miércoles, 31 de marzo de 2010

Miedo al fracaso


“Do, or do not. There is no try”. O lo que es lo mismo “Hazlo, o no lo hagas, pero no lo intentes”.

Eso le decía un bicho enano y verde a un jovenzuelo que aún no tenía ni puta idea de lo que iba la vida, por lo menos de la vida de caballero Jedi, midicloriano más, midicloriano menos. Admito, con cierto sonrojo, que nunca he acabado de entender la frasecita de marras. Bueno, la parte de no hacerlo sí la entiendo, me pase la mayoría de mi juventud con todas las ganas del mundo de hacerlo y sin que me dieran cancha. Pero vamos a analizar lo de hacerlo. Hacerlo sabiendo que no lo quieres hacer es lo mismo que no hacerlo, no me vale, hacerlo sabiendo que no lo vas a conseguir se llama estupidez o suicidio, hacerlo con ganas creyendo que lo puedes hacer es ya intentarlo (eso es lo que no entiendo de la frase), y a hacerlo y no conseguirlo se le llama fracaso.

El fracaso es una faceta más de la vida, hay que aceptarlo, no pasa nada, aunque no es que sea de las más agradables, aún así yo creo que es bastante necesario. Porque el fracaso es parte de nuestro aprendizaje, nos pone en nuestro sitio y nos hace tener los pies en la tierra. El que no ha fracasado no sabe nada. Por supuesto no fracasar es mejor que hacerlo, que nadie se lleve a engaño, pero a veces es tan importante el intentarlo como el conseguirlo, por mucho que se empeñe el maestro Yoda en lo contrario. Son los ideales más nobles del ser humano, apuntillados por la frase madre de los fracasados, “lo importante no es ganar, es participar”, pues sí, yo desde mi perspectiva de fracasado reincidente lo corroboro, lo importante es participar, por no participar, o no intentarlo, cuantas cosas de la vida me habré perdido.

Porque yo no he querido jugar a muchas cosas y así me ha ido. Ahora, que juego hasta a la taba, pienso con cierto desdén que fui un adolescente bastante estúpido, con una vida interior tan rica como equivocada. Posiblemente no era ni la mitad de insignificante como me creía entonces, más viendo ahora a los adolescentes que hacen botellón en mi plaza, si sumas la inteligencia de todos a lo mejor llegas a la de Einstein, pero cuando éste tenía dos años. Sin embargo yo no tenía que ir mucho más sobrado. Debo haber madurado.

Si es así, madurar es el paso que va de lo carnal a lo emocional, aunque me siga chiflando la carne. Y como para lo carnal no tengo las mejores armas ahora lo tengo que fiar todo al intelecto. No es mala apuesta. Además comienzo a tener la sensación de que no tengo que demostrar nada y es una sensación reconfortante y liberadora. Hace no muchos años el miedo al fracaso me atenazaba y me angustiaba, las causas pueden ser muchas pero yo las resumo en dos, no aceptar el rechazo y el propio orgullo.

No ser capaz de aceptar el rechazo es lo peor, porque da lugar a traumas que aunque puedes llegar a superar dejan su huella. Puedes pegarte el corazón, y hasta el alma, con Loctite, y aparentemente todo está bien, pero si te acercas mucho al final se ven los desperfectos, pasan los años y siguen allí; los demás no entienden el rollo que les cuentas de patito feo apaleado cuando lo que comienzan a ver es un cisne, orondo, pero un cisne al fin y al cabo. Por eso, cuando no eres capaz de aceptar el rechazo, la autoestima baja, comienza una etapa en la que el rechazo no solo viene de fuera, de repente tienes un caballo de Troya en el encéfalo que se niega a auto aceptarte, te aíslas para que nada de eso pase pero es precisamente entonces cuando empieza a pasar. Te montas una historia que habla de la exclusión social, de considerarte el apestado de un grupo, de ser el friki del que todo el mundo se ríe y con el que todos juegan al pin pan pun, es una película que no se está rodando en otros sitio que en tu imaginación.

El orgullo juega otro papel principal en esta historia, porque si eres soberbio y orgulloso, como lo soy yo, no estás dispuesto a aceptar que otro ser, o la misma realidad de las cosas, te ponga en tu sitio. Porque más duro que no comerte un rosco es no comerte un rosco y que alguien con más pecho que cerebro te de calabazas, al final ni lo intentas. Y más duro que alguien critique tu trabajo o lo tire por tierra es que ese alguien al final no tenga ni puta idea de lo que está hablando. Así mueren las buenas ideas dentro de nosotros, eso sí que es un fracaso.

Como dijo el gran Roberto Inhiesta, “Hablo con la sabiduría que me da el fracaso”. Si eso es verdad yo debo ser muy sabio.

lunes, 29 de marzo de 2010

El porqué de las cosas


Si conociese el porqué de las cosas posiblemente no tendría gracia alguna el seguir viviendo. Vivir solo tiene sentido si ocupamos el breve paréntesis en el que somos en empaparnos lo más posible de lo que nos rodea, de lo trascendente y de lo nimio, por consiguiente dejar pasar el tiempo sin hacerlo es una estupidez y un desperdicio, porque solo vamos a ser una vez, nos guste o no. Así pienso y trato de actuar en consecuencia, dejo que sea la curiosidad la que maneje el volante de mi comportamiento por las curvas de la ignorancia, cuantas más curvas me encuentre más me apetecerá que dure el viaje, será mucho más divertido.

Y mi curiosidad es un monstruo de apetito insaciable capaz de devorarme hasta a mí mismo. ¡Si será grande! Cuando era pequeño, un verdadero renacuajo, decidí prescindir de la figura de Dios en mi vida, el que lo hiciera nada tiene que ver con una educación demasiado liberal para lo que se terciaba, simplemente no tenía sentido para mí porque no me resolvía las constantes preguntas de niño viejo que me hacía. Para lo muy complicado no servía, en un día era capaz de ventilarse tareas que a mi yo infantil le parecían titánicas, “Y dijo Dios: Sea la luz: y fue la luz”, ¡te cagas!, demasiado fácil para creérselo, y las cosas demasiado fáciles me han hecho siempre desconfiar, no he ganado nunca ni la chochona de una rifa, menos voy a ganar la vida eterna.

Porque partiendo del punto de partida de que la luz era una creación divina, los vulgares mortales veíamos con sorpresa como nuestros padres se las deseaban para pagarle la factura a Iberduero, que tenía que ser una franquicia de Santa Lucía, que, por cierto, también mandaba puntualmente un señor con cara de pocos amigos a cobrar una cosa llamada “el recibo de los muertos”. Muertos es lo que nos hacíamos todos en casa cuando sonaba el timbre y mi madre no tenía el dinero para pagarle, que alguna vez ha pasado. Está claro que ser cobrador de recibos en el Alcorcón de principios de los ochenta era un oficio de riesgo.

Por eso no entraba en mi cabeza que un señor hiciese luz a su voluntad y luego no resolviera nuestros problemas más cotidianos, porque si era capaz de tales maravillas, ¿por qué no nos hacía a todos ricos y guapos?, ¿por qué no acababa con el hambre y detenía las guerras?, creo que no era mucho pedir. Me mandaron a catequesis y me hablaron del más original de los pecados, que sin comerlo ni beberlo me vetaba del mundo de los que tenían zapatillas de marca y un spectrum. Ante mis múltiples quejas la catequista me recetaba resignación, me decía que era su voluntad y que no éramos quienes para juzgarlo y por si no fuera poco, además, me hacía cantar unas canciones que directamente insultaban a mi intelecto. Me negué a ir a catequesis y ellos a darme la comunión, si tienen cojones ahora que me excomulguen.

Pero que yo crea en la existencia de Dios o no, no es lo verdaderamente importante. Lo importante es que existimos, que existen la luz y las tinieblas, que estamos montados en una enorme pelota azul que gira por el espacio en una danza cósmica infinita, que otros antes que nosotros la bailaron y que todos la estamos bailando esparciendo el esperma germinal del que nacen los futuros actores de esta función que es la vida. Y cuanto más la bailo más la quiero, y menos la comprendo, porque me parece a la vez lo más complicado del mundo pero también lo más sencillo, porque yo, que no creo en el azar, comprendo que es la obra de un genio que mueve con destreza los hilos, pero no es un ser todopoderoso porque a veces la caga, y mucho menos es bondadoso y misericordioso, no sé ni lo que es, pero me hace llorar para que aprecie el reír y me hace amar para que aprenda a tener miedo de perder todo lo que he querido. Le admiro y le odio.

Y si estamos aquí será por algo y a ese algo hay que darle sentido, y disfrutar de las cosas grandes, tratar de entender sus leyes y no conformarnos con simplemente aceptar su existencia. Disfrutar del arte y de la belleza, del que entra por los ojos y del que entra por los oídos, del que se lee también, por supuesto, que es el alimento de los cerebros inquietos. Pero también hay que aprender, y mucho, de lo pequeño, de lo cercano y hasta de lo cotidiano, entender el mundo que nos rodea, aprender de nuestras experiencias más sencillas, ponernos en el lugar del otro y comprender su comportamiento. Esa va a ser mi religión, sin importarme lo que me queda, solo por darme el gusto de saber, cada día que despierte, que no estoy muerto.

viernes, 26 de marzo de 2010

Yo me acuso


Como parte de la labor redentora de este blog, y aprovechando que los sábados no lo lee ni el tato, hoy me toca sacar el látigo de siete colas para zurrarme con él de lo lindo. Tranquilos que no he matado a nadie, aunque ahora que lo pienso… tal vez no hubiera sido una mala idea esta semana, ¿qué coño no va a ser mala idea?, ¡joder!, era una idea cojonuda, qué pena que para el lunes ya se me habrá pasado esta enajenación mental transitoria y asesina, ¿o no?, vaya, se me está yendo la pinza. Según mi nuevo compañero de sitio solo falta que alguien grite con voz desgarrada ¡Liberad al Kraken! cada vez que alguien me llama por teléfono o se acerca a pedirme algo a mi sitio, últimamente, por cierto, un lugar de peregrinación más concurrido que el santuario de Lourdes, eso sí, yo milagros hago pocos. Vienen desorientados, en busca de sabiduría y consejos, y se van ignorantes y engañados, se lo merecen.

Esa sería la primera acusación, miento compulsivamente, pero lo hago por dinero, ¿me hace ser peor persona o al contrario es un mérito que se me tendrá tenido en cuenta el día en que el gran dragón escarlata de siete cabezas y diez cuernos baje de los cielos? Espero haberme muerto para entonces, porque el bicho da más miedo que jugar a la ruleta rusa con el cargador lleno.

Pues sí, me estoy volviendo un pistolero de la respuesta rápida, contesto preguntas, llamadas y correos con la velocidad de un concursante de pasapalabra y sin pensarlo mucho. Al principio me acojonaba porque tenía la falsa sensación de que cualquier error mío haría a la tierra salirse de su órbita y precipitarse siguiendo una espiral hacia el sol. Con la práctica me voy dando cuenta de que no, mentir y arriesgar sale gratis, diga lo que diga la respuesta en el rosco siempre aparece en verde. El premio no es gran cosa, un vuelva usted el día siguiente, pero visto como está el patio ya tiene mérito.

De todas maneras la mentira es un pecado menor, ni siquiera forma parte de los pecados capitales, yo no sé quién hizo esa lista, pero era un chollo, mentirosos del mundo regocijémonos. Descartada la mentira los pecados de los que me acuso son la ira y la soberbia. Ira porque me encuentro permanentemente en una situación tan defensiva que me espero de lo malo lo peor y me tenso más que las cuerdas de un violín. De esa manera doy contestaciones que a veces son para cruzarme la cara, como mal menor, porque otras veces el tono de mi voz debe bajar tanto en la frecuencia de los graves que más que una persona debo parecer un ser de ultratumba y lo que procedería sería clavarme una estaca en el corazón. Y lo peor no es eso, para nada, lo peor es que me encabezono y no escucho, incluso cuando me dan la razón sigo discutiendo sin darme por enterado, lo cual enlaza con el segundo pecado, la soberbia.

Soy un soberbio por varias razones, la primera y más grave es que tiendo a ponerme en un plano de superioridad moral bastante repugnante, me sale sin querer pero lo admito. Y lo estoy interiorizando tanto que comienzo a tener ciertos comportamientos que cuando recapacito me avergüenzan. Al primero le vamos a denominar el apagón, pero el mío es analógico y digital a la vez, no me quedo en blanco y negro como los señores del anuncio, yo desaparezco. Me pasa en cuanto algo no me interesa, mi mente abandona a su saco de patatas portador dejando a éste último asintiendo y soltando monosílabos sin saber ni de que le hablan. Debe ser un estadio muy cercano al de poder hacer dos cosas a la vez, terreno que me es prohibido dada mi condición masculina, pero a mis interlocutores no les hace gracia, cada día me pillan más en el renuncio y me ponen la cara colorada, con razón.

También soy un soberbio porque me creo que lo mío es lo más importante del mundo y entro e interrumpo las conversaciones ajenas sin el menor pudor. Por tanto soy un soberbio maleducado, lo sorprendente es que la gente no me manda a la mierda ni la diezmillonésima parte de lo que me merezco, porque lo merezco, lo tengo clarísimo.

Estos son mis pecados, los reconozco públicamente para dar fe de que quiero cambiar, quiero ser mejor persona… ¡vale!, ¿no he dicho que la mentira no contaba? Me he puesto como penitencia auto recetarme unas dosis en vena de paciencia y humildad y escribir este post, espero no recibir por ello tantas leches como por el de mi desmontaje, aunque me las merezca. Si no surge efecto me quitaré el goteo y probaré por vía rectal. Así sea.

miércoles, 24 de marzo de 2010

ECC – La abdicación de Froilán II


Año 2599. “Alcorcón 4-0” es ahora un barrio residencial de la colonia “Madripolis”, capital de los “Estados Confederados Castellanos” (ECC), pequeño estado mesetario que hace varios siglos formaba parte de un país llamado España. Hace siglos que desapareció cualquier tipo de referencia a todo aquello, vivimos años de ignorancia y barbarie tras la quema de bibliotecas, museos y universidades. Pero no está todo perdido, todavía tenemos un ebook que juglares y bufones han aprendido de memoria y han transmitido de generación en generación por las trece provincias de lo que fue un reino, de Cantabria hasta La Mancha, de La Alcarria hasta al Duero, dice así:

Ibarretxe IV ha sido derrocado. Él, que tan gloriosa y dignamente representaba la voluntad de todos los vascos ha caído en la trampa que ignominiosamente le han tendido sectores pro-castellanos. Un referéndum para decidir entre la república y la monarquía. Casi cien años después de que Ibarretxe I Spock instaurase la dinastía ibarretxida, una confabulación, formada por malos vascos y descendientes de españoles, que en su día juraron ante el árbol de Guernika renunciar a sus orígenes y a su RH positivo, les ha puesto de patitas en el caserío. El imperio Euskaldun ha tocado a su fin y en su lugar se ha instaurado la I República Vasca gobernada por el ilustre Patxín y los doce peperos de oro. Ibarretxe IV no ha tenido más remedio que exilarse a Marte, territorio de soberanía vasca desde hacía tiempo, en el crucero real Enterprise, capitaneado por el comandante Egibar. Al llegar a Marte el pobre descubrió con asombro que antes que él la secta Oteguiana ya había fundado la colonia Batasuna, desde la cual trataban de convertir sin éxito a la nueva causa independentista marciana a amebas y bacilos. Sin duda una lucha de igual a igual, intelectualmente hablando.

A Joanlaporta III no le iba mejor. Desde que su abuelo Joanlaporta I, portador de la corona de las seis copas, traicionó a las facciones republicanas que le dieron apoyo y soporte en su lucha por la independencia, (instaurando el imperio de los Països Catalans, formado por Catalunya y la penya barcelonista de Alcaudete que tenía derecho a un asiento en el Consell del regne), estos le juraron odio eterno. Cuenta la leyenda que el caudillo independentista Josep Lluis Aquí i Enchina, hizo jurar odio eterno al laportismo en una solemne ceremonia. Fue tan grande su odio que todos se hicieron del Espanyol y cantaban en reuniones secretas y clandestinas Suspiros de Espanya, porque una cosa estaba clara, contra Espanya se vivía mejor. El advenimiento de la república catalana fue visto y no visto, durante una final de copa de Catalunya entre el Barça y el Mataró, agentes republicanos infiltrados entre el público aprovecharon el descontento de la grada, al meter el Mataró su decimocuarto gol, para comenzar con los cánticos de “Laporta dimissió, Laporta deportació”, el palco fue tomado por los sediciosos y Joanlaporta III fue sacado del mismo arrastras. En menos de lo que se tarda en rezar un padrenuestro dio con sus huesos en el Llobregat donde pereció ahogado por no querer soltar la corona que tanta gloria dio al catalanismo, pero que tanto pesaba. La república catalana estaba servida, su primera presidenta fue Pilar Latrola y su primera decisión fue construir un palacio acorde a su megalomanía.

La era de las monarquías ibéricas tocaba a su fin, el nuevo siglo sería republicano. Solo Froilán II de Castilla y Donmanué III de Andalucía resistían a duras penas la tendencia panhispánica. Aunque el excelso Zetapé Jr. II, que había tomado el relevo de su insustancial padre, al grito de “Esto lo arreglamos entre todos” trató de frenar a los republicanos leoneses, ignorando que León era ya una república. Y es que los Zetapés nunca se han enterado mucho de lo que se cuece a su alrededor, pero curiosamente su buenrollismo y su cara de no haber roto nunca un plato les hacía ganar las elecciones generación tras generación. Cosas de la democracia. Hoy en día existen dudas del parentesco de los Zetapés con un tal Atila, porque aunque los Zetapés presumían de ir encontrando brotes verdes la realidad de su mandato es que por donde pisaban no volvía a crecer la hierba.

El pobre Froilán II comenzó a tener tendencias paranoicas, de repente comenzó a desconfiar de su primer ministro, Hilillos Rajojoy, hombre de ascendencia galega pero un centralista intachable. Un día le sorprendió en el baño real hablando solo mirándose al espejo y repitiendo con firmeza “Mire usted, cuando yo sea presidente le demostraré mis recetas para acabar con la crisis económica”, frase aprendida de memoria y que todos los Rajojoys repetían de generación en generación sin llegar nunca a poner en práctica. Froilán II, que no se fiaba de él, pidió auxilio a la presidenta de la provincia de Madrid, Esperancia Aguililla, pero tras hablar con ella diez minutos se dio cuenta de que no solo sería capaz de despellejar a Hilillos para hacerse un bolso, un escalofrío recorrió su espalda al comprender que tampoco dudaría en circuncidar su real pene para hacerse un monedero a juego. Ante tal panorama hizo discretamente las maletas y emigro a México al encuentro de su tío abuelo, el cantante de rancheras.

En Castilla llegó el desconcierto y el desgobierno, Hilillos, ayudado por su lugarteniente Ruin Rapiñón, trataba de hacerse con la situación, pero pronto comenzó a quedar claro que no es lo mismo predicar que dar trigo, su total inoperancia convenció a Esperancia de que era el momento de asumir ella el poder. Tropas extranjeras pero totalmente fieles a los principios neoliberales de Esperancia comenzaron a llegar atravesando las fronteras murcianas y valencianas, momento que pasó a la historia por la célebre frase que Ruin Rapiñón dedicó a Marciano, “Tranquilo jefe, esto lo ganamos, tengo una corazonada”. Los malpensados aseguran que a Mariano se le soltaron los esfínteres y ensució los calzoncillos al escucharle, otros sostienen que simplemente fueron los excesos con el cocido madrileño los que provocaron tan desagradable situación. Había comenzado la Guerra de Sucesión Castellana, pero eso ya es otra historia que contaremos otro día.

lunes, 22 de marzo de 2010

Añoranza


Cada día lo tengo más claro, la ciudad no es para mí. Me agobia, puede con mis nervios y con mi paciencia. Hace tiempo pensaba que era estupendo vivir en una ciudad, había de todo y podías hacer de todo. Hoy ya no lo pienso, porque me da absolutamente igual que exista un estupendo restaurante malayo al que no tengo tiempo de ir o a lo mejor, cuando sí que tengo tiempo, tengo que reservar con tres meses de antelación porque está todo petado. Según mi vida avanza hacia la cuarentena comienzo a valorar otras cosas, cosas sencillas para las que no necesito más que abrir los ojos y observar.

Y yo no soy un urbanita con U mayúscula, a mi manera soy de pueblo, porque los de Alcorcón somos de pueblo, por lo menos los que crecimos dándonos balonazos en un descampado y persiguiendo a las lagartijas. Mi barrio era un pueblo, por haber había hasta una granja a la que nuestras madres nos mandaban a comprar huevos o un conejo, allí me subía a los árboles para coger morera o simplemente por ser travieso, ahora en lugar de una granja hay una urbanización con piscina, y a unos metros un centro comercial de esos que dicen cuando comienza la primavera y la navidad. Es la vida.

Con esos antecedentes no me extraña que siga teniendo a mi edad cierta fascinación paleta por los rascacielos, por las luces de neón y por el ir y venir de la gente que avanza como fantasmas sin tener conciencia de su presencia y mucho menos de la presencia de los demás. Yo soy de los que salen en plena Castellana de noche y abren los ojos como platos para ver las luces de la circulación y los semáforos, para tratar de ver que se esconde detrás de los cristales iluminados de los edificios de Azca, aunque sepa que son gente como yo, que ignora mi existencia, que solo quiere terminar su maratoniana jornada laboral y ser libre, gente que simplemente quiere ser feliz. Como todos.

Por eso, cada vez que retorno al pasado que no tuve, pero que fue el presente de mis abuelos, pienso en todo lo que he perdido y en la velocidad con la que ha sucedido. Lo mismo que a los seres humanos nos cuesta cierto tiempo echar raíces en un sitio hasta que tenemos la sensación de pertenencia a él, el desarraigo es algo que sucede en un instante y a solo unos kilómetros de distancia, una generación es un instante y 380 kilómetros un suspiro, pero un instante y un suspiro han servido para que no me sienta de ningún sitio.

Porque ya no soy ni de aquí ni de allí, aquí no tengo nada, ni una familia, ni un pasado, ni una historia que escuchar de los míos, pero allí, que debería tenerla, no entiendo el acento con el que me la cuentan, y los que me la podrían contar las cuentan con la tristeza y la amargura del que piensa que se perdió algo aguantando la miseria. Me duele que me hablen como si viniera de un lugar mejor, como si ellos no tuvieran nada que enseñarme y todo lo que esperan de mí es una mirada por encima del hombro, o un comentario con cierto tono de desdén o de desprecio.

Pero el que aguanta gana, y ellos son los que han ganado, por mucho que me miren con ojos de admiración y se sientan perdedores. A lo mejor no han ganado para ellos, pero sí que han ganado en el nombre de sus hijos, de sus nietos y de todos los que vendrán. Porque su vida es auténtica, saben quiénes son y saben quiénes son sus vecinos, tienen tiempo de pararse a hablar con ellos de cosas importantes, de cómo viene la cosecha o de si ha parido ya la cabra, tienen memoria y tienen recuerdos de una historia colectiva a la que los demás ya no pertenecemos.

Por eso aquí soy feliz, porque la gente me saluda por la calle, a pesar de mis pintas de turista mochilero con mi cámara colgada del cuello, porque se sorprenden al saber que mis genes están mezclados con los suyos, y recuerdan a familiares míos que para mí no son más que nombres sin esqueleto. Soy feliz paseando por lugares que no eran hasta hace poco más postales en blanco a las que voy poniendo imágines, me recreo con el sonido que las envuelven y los olores que desprenden me acarician por fuera y me inundan por dentro. Pierdo mi vista en las sierras, bebo en las fuentes que manan milagrosamente en el mismo suelo, juego a reconocer árboles y pájaros, a distinguir un cabrito de un cordero. Y no quiero volver a perderlo y volveré siempre que pueda, porque yo quiero ser de aquí, porque aquí me reconozco y aquí me encuentro, porque quiero ver las estrellas sin tener que salir de mi patio, porque ya he estado lejos demasiado tiempo.


viernes, 19 de marzo de 2010

Valoraciones laborales


Es época de valoraciones y subidas en el departamento de revisores de hojas de papel. Yo que antes trabajaba en una empresa en la que lo único que se valoraba era la supervivencia no dejo de sorprenderme del ritual. Nuestras valoraciones eran muy sencillas, para mi ex jefe solo existían dos tipos de trabajadores, los putos esclavos que tragaban con todas las tropelías que su mente de traficante de esclavos podía imaginar y los putos esclavos que acababan rebelándose y a los que se refería en privado como vagos, ingratos y cabrones. A los primeros nos engatusaba con falsos variables que por motivos cada año más rocambolescos nunca llegábamos a cobrar, a los segundos les amargaba la vida hasta que terminaban yéndose, porque las palabras despido improcedente no existen en el mundo de los traficantes de esclavos.

Fue allí donde comprendí que el sueldo era algo relativo y sobre todo que el sueldo en un trabajo no es ni de lejos ni lo más importante. Y vale, sí, yo no trabajo gratis y no me considero mal pagado, aunque bien tampoco, es lo que hay, pero la única cuenta que me hago mes a mes es si lo que ingreso es más o menos lo que gasto, sin lujos y sin grandes despilfarros. ¿Qué llega?, pues de puta madre. Cuando digo que el sueldo es relativo me refiero a que si cuando trabajaba en la empresa patera hubiera dividido la nómina entre las horas que allí pasaba creo que un vendedor de cartones le sacaba más rendimiento que yo a sus horas actuales y a las invertidas en su formación, por supuesto. Y digo que el sueldo no es lo más importante porque la sensación de despertar y no soportar la idea de ir al trabajo no tiene precio.

Por eso, ahora que tengo la suerte de estar en una empresa donde se vive relativamente bien y donde se te valora como un ser humano, ciertas actitudes del personal me desconciertan, sobre todo la poca predisposición a tomar cualquier tipo de decisión e implicarse en su trabajo y la susceptibilidad de muchos. De la subsección de escaqueados dentro del organigrama de los revisores no voy a entrar aunque les admiro en silencio. Y como somos susceptibles y parece que hemos salido de una sociedad secreta el tema de los aumentos de salario se lleva con una discreción digna de la mafia calabresa. Por parte de los jefes y por parte de los empleados.

A mí me hace gracia, porque todos tenemos ojos en la cara y sabemos lo que hacemos en las horas de esclavitud comprometidas por contrato. Yo cuando no estudiaba no esperaba aprobar por la gracia divina, con el trabajo es lo mismo, cuando no curro no espero reconocimiento, cuando curro sí. Pero no es lo normal, para muchos. En mi humilde opinión las subidas de sueldo y las valoraciones se tenían que colgar en un corcho, se acabarían muchas gilipolleces, por parte de los jefes y de los empleados, habría menos enchufados y menos escaqueados, además todo el mundo mataría por saber cuánto le han subido al vecino. Tú también.

Este año, como he sabido dar el pego de que reviso las hojas hasta sin darlas la vuelta, mi jefe me ha catalogado como revisor de hojas cum laude, pero mejor que no se lo diga a nadie, mi subida porcentual tras arduas averiguaciones y torturas, es un punto mayor que un revisor de hojas medio, pero tampoco debería saberlo nadie. La alta dirección presupone que debo estar muy contento por ello, y como soy un membrillo, y es a lo máximo que con mi condición de plebeyo puedo aspirar, seguiré a lo mío hasta repetir la escena el año que viene con más ilusión que la noche de reyes. Prometo no defraudar.

Sin embargo he estado haciendo cuentas y estos son los resultados del precio de ese punto adicional. Me da cierta vergüenza. Horas invertidas de más al año, unas 400, salario a percibir por ese punto libre de impuestos, unos 300 euros, cantidad a percibir más al mes, 25 euros, precio por hora extra, 75 céntimos. Ese es el rendimiento que le saco a mi sobresfuerzo. Aprendí a resolver ecuaciones diferenciales en derivadas parciales para esto, cómo se debe reír de mí hasta el cartonero. Pero soy feliz porque me encanta revisar hojas de papel, soy un afortunado.

Para celebrarlo me he comprado una cámara réflex divina de la muerte que con mi subida no pagaría ni en un año, porque yo lo valgo. Me voy de puente a fotografiar olivares con ella, nos vemos a la vuelta.

lunes, 15 de marzo de 2010

Buenos y feos verdes


Si digo que el mundo está dividido entre buenos y malos no estoy descubriendo la pólvora, aunque personalmente no creo que la división sea tan radical. La bondad en estado puro seguro que no existe, estoy plenamente convencido, y que me perdone alguna Teresa de Calcuta que en el mundo haya sido. La maldad en estado puro sí que me la creo, porque está más que demostrada, desde los genocidas sin sentimientos hasta los que ahorcan a un perro porque ya no puede cazar. Para ellos mi desprecio.

Y todo esto es tan viejo como lo pueda ser el hombre, aunque posiblemente seamos capaces de ir a peor. Seres humanos a los que todos admiramos hoy acabarían en la más profunda de las mazmorras por crímenes contra la humanidad, Sargón, Alejandro o Julio César, además de grandes gobernantes, no fueron más que unos genocidas con muy pocos escrúpulos. A los cabrones del tiro en la nuca les mandaba yo un poco de democracia ateniense para que supieran como se las gastaba un Pericles o un Cleón. A lo mejor nos dejaban en paz. Ideas tan atroces como matar a toda la población masculina de una ciudad para sofocar una revuelta se discutían en asamblea y a veces hasta se aprobaban (a las mujeres y a los niños simplemente los vendían como esclavos). Al lado de tan grandes demócratas me puedo imaginar a Aznar y a Bush envueltos en túnicas, como Gandhis viajeros del tiempo, en el bando pacifista, buscando una solución de compromiso y preventiva. Preventivamente solo cortaremos las cabezas de mil. ¿Impensable? Pues se hizo, entonces vamos avanzando.

Pero cuando tienes dos años no sabes lo que es un súper villano, ni siquiera sabes lo que es la maldad, lo más parecido a un acto despiadado que conoces es cuando otro niño te muerde en la cara mientras plácidamente duermes la siesta, cuando tu mente es tan pura como una virgen vestal, entonces, no entiendes las diferencias entre buenos y malos. Ser bueno es comerte todo el puré sin que lleguen restos al techo, ser bueno es usar un orinal, ser bueno es recoger los juguetes. Ser malo es escupir con la boca llena de yogur, ser malo es arrojar al cubo de la fregona el mando a distancia, ser malo es tirarle de los pelos a tu primo. Ser malo no es ser malo, simplemente es ser un poco travieso.

Nada del otro mundo, ¿verdad?, y yo me pregunto, ¿cuándo perdemos esa inocencia?, ¿por qué no dura siempre? No lo sé, pero es una pena. Porque es triste tener que convivir con la certeza de que tu hijo no va a ser siempre ese angelito al que las pupilas le tintinean mientras juegas con él, pero es lo que hay y mejor irlo aceptando. Me gustaría poder girar hacia atrás las manecillas de mi reloj vital hasta llegar de nuevo a ese estadio de mi vida en el que lo bueno y lo malo no era un juego de actos y de consecuencias, simplemente era algo estético, y lo he comprendido porque para mi hijo existen los buenos pero no los malos, para él alguien malo es simplemente un feo verde.

Porque feos y verdes son:

· Los que piensan que una guerra puede ser justa.
· Los que desprecian a los demás por sus ideas.
· Los que ven un mundo separado entre ellas y ellos en el que ellas siempre pierden.
· Los que predican una falsa moral sexual.
· Los que no ven personas detrás de las cifras.
· Los que no ven personas en las personas.

Porque buenos son:

· Los que hacen música con las palabras.
· Los que hacen poesía con la música.
· Los que miran a los ojos y te dan su confianza.
· Los que saben rectificar y decir lo siento.
· Los que te dan hasta lo que no tienen.
· Los que cuando no les queda nada te regalan la vida.

Hoy quisiera ser un ser gigante enorme y todopoderoso capaz de aplastar a cada paso un feo verde, hoy quisiera ser un vengador justiciero, capaz de arrasar con mi mirada la inmoralidad y la vileza, no para que el mundo sea un lugar mejor, no, solo por el simple placer de la justicia, por el simple placer de la estética.


domingo, 14 de marzo de 2010

Cosas que me gustan (Y no deberían)


Tengo olvidada en mi carpeta de entradas pendientes una dedicada a las cosas que más me gustan en el mundo, un clásico en el mundo de los blogs y al que no pienso renunciar, pero siempre que pienso en volver a ella me da muchísima pereza, sin embargo hoy he pensado que existen cosas que me encantan y que son objetivamente malas, malas en sí mismas o malas para mí. Vamos con la lista:

Las películas de beisbol: Bueno, en general debería hablar de las de deportes en general, pero las de beisbol son un subgénero en sí mismas y además son mi debilidad, pese a haber crecido en Alcorcón, no tener ni idea de cómo se juega y no haber visto un partido en mi vida. Pero lo mismo da que sea Gary Cooper, Robert Redford, Kevin Costner o la mismísima Madonna la que le atiza a la pelota, es verla surcar los aires a cámara lenta camino de la grada llevada en volandas por los vítores de los aficionados, y se me saltan las lágrimas. Sí, de verdad, las lágrimas, porque las pelis de beisbol no son nunca de beisbol, son de superación personal y eso me mola.

El Atlético de Madrid: Sí, otro de mis amores no correspondidos, porque desde un punto objetivo es un asco y me quita mucho más de lo que me da. Me quita tiempo que seguramente invertiría mejor en criar gorrinos, me quita horas de sueño los días que juega tarde, en invierno paso un frío de mil demonios en ese graderío con ventilación natural directa del Manzanares, me gasto un dinero en los abonos que amortizado en cañas bien fresquitas acompañadas de gambas sería mucho más provechoso, la gente se burla de mí casi todos los lunes.... Y sin embargo sé que no voy a dejarlo, debe ser lo mismo que el que no deja la bebida a pesar de que lo está matando, no tiene sentido, ¡otro trago!

Escribir un blog: En general es estupendo, he podido liberar algunos diablos que me daban la lata y que ahora se encuentran, como genios sin lámpara, atrapados en páginas virtuales de las que no saben cómo escapar. Pero he encontrado otros que no me apetecía encontrar y que ni siquiera sabía que habitaban dentro de mí. Poco a poco me he ido creando una necesidad de ponerme delante del teclado que no me gusta, un blog engancha y la recompensa es muy pequeña. Porque yo pensaba que escribía para mí y ahora no se por qué o para qué escribo. Y cuando escribes por escribir cada vez lo haces peor y eres menos interesante, me lo tengo que mirar.

Canciones cantadas en francés por dulces voces femeninas: Y si por lo menos estuviera hablando de la maravillosa Francoise Hardy o de Jane Birkin tendría una disculpa, pero no, estoy hablando de la primera francesa (o francófona) de mirada lánguida y voz aniñada que dispare a mis pabellones auditivos. Porque siempre me queda la duda de si son así de pavisosas o esconden un fuego interior capaz de quemarme hasta los tuétanos. Siempre he presumido que musicalmente le pego a todo, pero creo que si esto no es el límite debe de estar muy cercano. Como ejemplo un botón
http://www.youtube.com/watch?v=PaUI6Tvd1sA, o dos http://www.youtube.com/watch?v=Dqzv3nVEkeI

La comida: Siempre la comida, la relación de amor odio que más ha marcado mi vida. ¡Me gusta tanto comer! Y sin embargo es la línea más recta que conozco entre el sofá desde donde escribo y el tanatorio municipal. Por eso mi vida es una perpetua montaña rusa por la que subo y bajo al son de mi fuerza de voluntad para darme cuenta de que la disciplina es hija del miedo y no de la voluntad, a la que pone los cuernos con el deseo. Y la ecuación es tan compleja que no tiene solución ni en el mundo de los números reales ni en el de los imaginarios, me toca joderme.

El Facebook: Es políticamente incorrecto, un invento de los de la CIA para controlarnos, pero a mí me la repampinfla, porque si los de la CIA son tan gilipollas de espiar mi vida bastante castigo tienen, se van a aburrir como ostras. Por tanto, sí, tengo perfil de Facebook, hasta este blog tiene su grupo en Facebook, y me sirve para tener fichados a mis amigos, los cercanos y los lejanos, un cotilleo mutuo consentido al que habrá que acostumbrarse. Porque como decía Don Hilarión “hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad, que es una frivolidad”.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Una de colores


Desde que tengo un blog conducir se ha hecho una tarea mucho más amena. Antes me pasaba los 38,2 Km de trayecto pensando en qué carril me debía situar, en defender a capa y espada mi plaza en el atasco y en insultar mentalmente a toda la fauna motorizada que me rodeaba. Ahora todo ha cambiado, ahora voy ensimismado pensando en el tema de mi próximo post, voy descartando montones de temas por insípidos o por insustanciales hasta que de repente me surge una idea de la que me apetece escribir, que sirve de válvula de escape a mi depresión cotidiana, algo realmente interesante como por ejemplo los colores.

Porque los colores son importantes, envuelven nuestra vida como la música y tienen connotaciones adquiridas a lo largo del tiempo que cuando somos niños no podemos ni imaginar. La vida tiene que ser de colores y el blanco y negro tiene que quedar solo para las buenas películas que terminan con una pareja jugando a las cartas.

Blanco: El blanco es el color de lo que está por empezar, de las promesas y de lo desconocido. El blanco es una hoja por escribir o un lienzo sin pintar, es la medida de lo potencialmente posible, es el lugar donde cualquier cosa puede pasar pero que en una décima de segundo termina por ser una realidad inalcanzable. Porque el blanco es tan perfecto que no admite matices, una vez que le has mancillado no existe vuelta atrás, es el color de una virginidad de un solo uso que no da una segunda oportunidad.

Rojo: El rojo es el color de la ira y de la pasión, de la guerra y de la sangre. Es el color de lo prohibido, del no pasarás, el punto límite intransitable que separa la vida de la muerte. El rojo es el color del pecado, de los labios furtivos que no hay que besar, es el fuego abrasador que terminará con todos nosotros y que nos hará arder en un infierno de rojos diablos sin alma y sin compasión. El rojo es el color de los revolucionarios, de los que piensan como yo creyendo que lo imposible debería ser posible y que nada es en verdad justo y necesario.

Verde: El verde es un color que promete esperanza y devuelve desilusión, porque el verde es el color de lo efímero, de lo que no puede perdurar y acabará marchitando. Y es mejor que sea así porque el verde al principio es encantador, es bello y agradable a los sentidos, pero no está hecho para perdurar porque acabas empachándote de él. Es como esa manzana que al primer mordisco es tierna y jugosa y acaba siendo como madera, insufrible y aburrida. Porque el verde es el color de la naturaleza pero también de la envidia, no es ni bueno ni malo, ni carne ni pescado.

Amarillo: El amarillo es la medida de lo insoportable, es una señal de alerta diciéndote no me toques. El amarillo satura mi cerebro con mensajes de rechazo y repulsa hasta aborrecerlo. El amarillo da mal rollo y mala suerte, la única prenda de vestir amarilla que me pondría es un chaleco reflectante, y si lo llevo es señal clara de que algo malo está pasando. El amarillo, es ácido, es agrio y es sensacionalista, no puedo con él, mueran los limones.

Naranja: El naranja es la alegría y el buen rollo. Es la llegada de la primavera aunque las frutas naranjas sean de invierno. El naranja es cálido pero no abrasador, es como unas vacaciones en el trópico a la sombra de unas palmeras, es el sol reflejado en nuestra cara despertando los sentidos. El naranja es energía en estado puro que entra por los ojos, la bombea el corazón y se expulsa por los poros.

Negro: El negro es el color de lo eterno e infinito. Es la promesa de un mundo mejor que afortunadamente no vamos a ver porque simplemente no seremos. El negro es la paz y es el descanso, es el refugio inmediato que encontramos con solo cerrar los ojos. Por eso es el color del duelo y del luto para gente ignorante que no ve en la muerte la culminación del haber sido, sino el final del camino.

Azul: El azul es el color de la pureza más absoluta. Es el descanso del guerrero que puede fijar su vista en esa línea difuminada en la que se juntan cielo y mar. El azul representa la nostalgia y la melancolía que me arrastra por una espiral sin fin. Es el oriente perdido. Ya lo decían los maravillosos Tahúres Zurdos: “Mi voz es azul y mis ojos también son azules, la tristeza forma parte de la parte azul de mis ojos, mi cerebro es azul y el sonido es azul cuando late en mis sienes, he pintado mi ropa y mi vida en un cuadro azul” El delirio es azul, la locura es azul, mi vida es un blues.

domingo, 7 de marzo de 2010

De cómo terminé casado (III, El desenlace)


Alcorcón, día D, siete de la mañana, una pareja duerme en su dormitorio pre conyugal, suena el despertador:

- Ella: Vístete deprisa que en media hora tenemos cita en la peluquería.
- Él: ¿Qué? ¿Cómo? ¿A estas horas? Vete tú y luego me paso a recogerte.
- Ella: ¿Qué parte del “tenemos” no has comprendido? ¡Tú también vas a cortarte el pelo!
- Él: ¿Yo?, ¿qué le pasa a mi pelo?, yo lo veo impecable.
- Ella: Sí, impecable para ir a zulo ese donde trabajas, hazme el favor de vestirte y vámonos a la peluquería, al final llegaremos tarde (qué paciencia hay que tener por Dios).
- Él: Tenemos que ser los primeros novios que van juntos a la peluquería…
- Ella: O te das prisa o vamos a terminar en los juzgados, pero en los de lo criminal.

Alcorcón, día D, nueve y media de la mañana, una pareja impecablemente peinada entra en su casa:

- Ella: ¿Ves? No costaba nada de trabajo.
- Él: Esa tía no tenía ni puta idea de cortar el pelo a un hombre.
- Ella: Yo te veo monísimo (no, si va a tener razón, pobre, le han dejado como a Chucky), mucho mejor que antes.
- Él: Bueno, voy a irme vistiendo.
- Ella: No, no, tienes que ayudarme a ponerme el vestido a mí primero.
- Él: ¿Qué te vista yo? ¿No se supone que hoy no tenía que verte? ¿Dónde está tu madre? (para una vez que tiene que estar…)
- Ella: No te preocupes que más mala suerte que casarme con un gañán como tú no voy a tener. Mi madre ha ido a por las flores, por cierto después del banquete tenemos que ir a llevarle el ramo a mi padre.
- Él: ¿Qué?, ¿cómo quieres que conduzca después del banquete?, ¿no podemos ir mañana antes de ir al aeropuerto?
- Ella: De eso nada, quiero que mi padre me vea vestida de novia.
- Él: Vale, el día de mi boda y me veo pidiendo una jarra de agua.
- Ella: No te va a pasar nada, debes de tener aún alcohol en vena del fin de semana.

Alcorcón, día D, hora H, juzgados:

- Ella: Vengo helada, ¿a quién se le ocurre casarse un 4 de marzo?, nunca sabes qué tiempo va a hacer.
- Él: A ti, la fecha la elegiste tú. Menos mal que además del vestido te has comprado esa especie de abrigo carísimo a juego que no vas a volver a utilizar.
- Ella: Sí, ha sido todo un acierto, ya buscaré cuando ponérmelo (imagina por dónde me paso yo tu ironía).
- Él: (Espero que nos inviten a la ceremonia de los Oscar para rentabilizarlo)
- Sra. Juez: Estamos aquí para celebrar el matrimonio de estos dos descerebrados que no saben dónde se están metiendo. Ahora la secretaria judicial pasa a leeros vuestros derechos.
- Secretaria judicial: A partir de ahora todo lo que hacíais porque os apetecía pasa a ser una obligación que penderá sobre vuestras cabezas hasta la muerte o el divorcio. Lo dicen los artículos X, X+1 y X+2 del código civil.
- Ella: (Desde luego qué profesionales son estas mujeres, han explicado todo clarísimo)
- Él: (Menudas víboras, si me dejaran a solas con ellas seguro que me arrancarían hasta el corazón)
- Sra. Juez: Pues si está todo claro y habéis traído algún anillo que intercambiar es el momento de hacerlo, si no los contrayentes y los testigos que firmen la condena.
- Ella: Por supuesto que hay anillos, el ayudó a elegirlos.
- Él: (Y un huevo de pato)
- Ella: (Pues nada, una firmita más y soy una mujer casada, voy a mirarle a los ojos para que sepa cuanto significa para mí)
- Él: (¿Qué ha sido esa mirada?, lo he visto clarísimo, es la mirada “a partir de ahora tu vida me pertenece”)
- Ella: (Estás neurótico)
- Él: (Va a ser que sí)

Alcorcón, día D, noche, una pareja de recién casados entra en su casa directamente desde un cementerio, él lleva en sus manos un jarrón de IKEA:

- Ella: Ha sido un día fenomenal, lo que no sé es que vamos a hacer con ese jarrón, no pega con nada.
- Él: Cosas de mi tía, como no aceptábamos regalos ni dinero le daba cosa venir sin nada.
- Ella: (No aceptabas regalos tú, que eres más tonto que pichote) Bueno, ya veremos que hago con él, por cierto, tu padre iba cocido como un piojo.
- Él: (Suerte que ha tenido él) ¡Coño! ¡Tengo diez llamadas perdidas en el móvil! Son de la oficina, ni mi jefe puede ser tan gilipollas de llamarme diez veces el día de mi boda. Además nos ha regalado el crucero.
- Ella: ¡Anda que no!, es capaz de eso y más, y ese viaje lo has pagado tú antes con sangre, pero llámale si quieres.
- Él: Voy a llamar a la secretaria a ver si ella sabe algo. Hola M, sí, la boda estupenda, tengo diez llamadas perdidas vuestras, ¿pasa algo?
- M: Sabes que no te molestaría el día de tu boda (salvo que nuestro tirano común me lo ordenase), pero tengo muy malas noticias.
- Él: ¡Ha ardido la máquina de Chequia!
- M: Peor, han llamado de la agencia de viajes, dicen que hoy han cancelado el crucero.
- Él: (Mierda, esto va a ser mi primera crisis matrimonial) ¿Cómo que han cancelado el crucero? Pero si salimos en una semana, ¿y qué alternativas han dado?
- M: Pues tienen un crucero alternativo a Túnez en bote de remos o un todo incluido en la Riviera Maya.
- Él: ¿Túnez? ¿Qué tiene que ver Túnez con las islas griegas?, en fin, el lunes te llamo desde Londres a ver qué se puede hacer… Cariño, tengo una mala noticia.
- Ella: Y yo otra, me acaba de bajar la regla.

Y no hubo noche de boda, ni crucero por el Egeo, pero lo pasamos genial en la Riviera Maya. Eso sí, este blog debería llamarse Delenda est Pullmantour (Pullmantour debe ser destruida).

viernes, 5 de marzo de 2010

De cómo terminé casado (II, La trama)


Alcorcón, seis meses antes del día D, una pareja acompañada de su madre/suegra y abuela/suegra mayor, juzgados:

- Ella: Menos mal que has llegado, casi se nos pasa el turno.
- Él: Es que he tenido que matar a un dragón para poder escaparme de la oficina.
- Ella: Siempre igual…
- Esforzado funcionario de la administración de justicia: ¿Entonces dan ustedes fe de que esta pareja de inconscientes viene a este antro de perdición por voluntad propia?
- Madre: (Con cara de responsabilidad y circunstancias) Claro por supuesto (señoría).
- Abuela: (Más sorda que una tapia) ¿Qué ha dicho?
- Madre: ¡Qué si los chicos se casan porque quieren!
- Él: (Joder, manda cojones que la única mayor de edad que no trabaja en el horario de la administración sea la abuela)
- Abuela: ¡Pues claro!, ¿cómo no van a querer casarse? No les voy a traer yo a la fuerza.
- Él: (Lógica aplastante abuela, menudo equipo de secuestradores me habría buscado, esto es el rapto de las sabinas versión Monty Python)
- Esforzado funcionario de la administración de justicia: Entonces firmen ustedes aquí, aquí y aquí.
- Abuela: ¿Qué dice joven?
- Madre: ¡Qué firme usted aquí madre! (porque mi madre pertenece a esa generación que aún habla de usted a sus padres)
- Abuela: ¿Qué firme?, ¿para qué?, ¿han hecho algo los chicos?
- Él: (¡Qué bochorno!, puta banda sonora de la carretera)
- Ella: (Menudo panorama, pero… me caso, me caso, me caso…)

Hopkinsville, Kentucky, cuatro meses antes del día D, él llama desde la habitación de un hotel:

- Ella: Hola cariño, buenos días.
- Él: Para mí buenas tardes.
- Ella: Me da igual, ¿vuelves ya?, no hemos encargado los anillos, no te has comprado el traje y no hemos elegido el restaurante.
- Él: ¡Si vamos a ser quince!, en cualquier sitio entraremos.
- Ella: Sí, claro, cualquier cosa te vale, al final será una mierda, mi amiga E ya ha probado hasta el menú.
- Él: Y dale con tu amiga E, me tenía que haber casado con ella…
- Ella: Ya lo intentaste, pero te recuerdo que te dio calabazas.
- Él: (Y encima tengo que ir a su megaboda, porca miseria) Bueno, que esto se retrasa y no volveré este mes.
- Ella: Parezco la mujer del Capitán Pescanova, nunca estás en casa. A saber qué estarás haciendo por allí que no quieres volver.
- Él: Lo que me faltaba, esto se llama Condado Cristiano, sería más fácil tirotear un colegio que correrme una juerga. (Si es que no me comprende…)
- Ella: Eso dices tú, ya te habrás buscado algo que hacer, siempre acabas donde no debes.
- Él: Bueno, que puedes ir mirando tú los anillos y el restaurante. (Si al final va a ser lo que tú digas).
- Ella: Claro, y también me pruebo tu traje, es que no se puede contigo. No, espero a que vuelvas, ¡si vamos a ser quince!, es súper importante mirarlo juntos. (Aunque va a ser lo que yo diga, por supuesto)

Guanajuato, México, un mes antes del día D, él llama desde el móvil en una fábrica de automoción:

- Ella: Hola cariño, buenos días.
- Él: Para mí buenas tardes.
- Ella: Me da igual, ¿vuelves ya?, no hemos encargado los anillos, no te has comprado el traje y al final me ha tocado a mí sola buscar el restaurante.
- Él: Me tengo que quedar una semana más, el ahorita mismo me está matando, no vamos a terminar en la vida.
- Ella: Si no apareces para la boda te mataré con mis propias manos.
- Él: Llegaré a tiempo, no te preocupes, por cierto ya tengo los billetes para Londres y me han confirmado lo del crucero, ¿mejor que el viaje a Tenerife de tu amiga E, no?
- Ella: Pseee, pero a ella la van a cantar una Salve Rociera en la iglesia.
- Él: (A eso le llamo yo buen gusto) Pídele al alguacil que cante una.
- Ella: No tienes gracia, más te vale estar aquí la semana que viene.

Alcorcón, dos semanas antes del día D, una pareja compra unos anillos en una joyería:

- Ella: No lo quiero ni muy simple ni muy ostentoso, con dos tipos de oro, pero que no sea blanco. ¿Te gusta éste?
- Él: (Por el amor de Dios que termine esto pronto): Sí, es muy bonito.
- Ella: ¡Si es muy simple!, no tienes nada de gusto, ¿y éste?
- Él: (Ya estamos con las preguntas trampa) ¿Y a ti?
- Ella: He preguntado yo primero, ¿te gusta o no?
- Él: Sí, y tiene dos tipos de oro. (a ver si acierto…)
- Ella: ¿Ves?, no era tan difícil, es justo el que tengo fichado desde hace meses.
- Él: (Si ya lo sabía yo, era imprescindible mirarlo juntos) Pues entonces demos gracias por esta casual coincidencia, que me midan el dedo y vamos a comprar mi traje.
- Ella: Vale, he visto uno en XXX que no va a hacer falta casi ni tocarlo (Es como quitarle un caramelo a un niño J)

San Fernando de Henares, noche, nueve horas antes de la hora H del día D, él llama desde el trabajo con su móvil, tiene la voz entrecortada.

- Ella: Esto es el no va más, son las dos de la mañana y te recuerdo que nos casamos a las once…
- Él: Cariño, si ya casi he terminado, sabes que tengo que dejar esta máquina terminada para que se la lleven a Chequia. No te enfades que pasado mañana estamos en Londres.
- Ella: Por mí como si se la llevan a Marte, tienes una hora para aparecer por casa.
- Él: No te preocupes en media hora salgo para allá.
- Ella: ¿Qué no me preocupe?, me caso en nueve horas y mi futuro marido me dice que está trabajando, ¡a saber qué estarás haciendo!, ¿es éste el futuro que me espera?
- Él: Qué no, esta vida se va a terminar pronto, te lo prometo. Y no sé cómo puedes dudar de que estoy trabajando, encima que me mato por sacar esta familia adelante…
- Ella: Bueno, te espero acostada, no tardes.

San Fernando de Henares, un minuto más tarde, suena el teléfono fijo de su mesa.

- Ella: Hola, soy yo.
- Él: Ya sé que eres tú, ¿pasa algo?
- Ella: No, solo quería decirte que te quiero. (Pues es verdad que está en la oficina)
- Él: Y yo a ti, ¿no me estarás controlando?
- Ella: No, no, de verdad, que te quiero. (Cuando vuelva mejor me hago la dormida)

Y llegué a tiempo, hace de eso cinco años y un día, puede parecer una condena, que conste que yo no lo he dicho.(Continuará…)

jueves, 4 de marzo de 2010

De cómo terminé casado (I, La decisión)


Alcorcón, muchos años antes del día D, una pareja toma unos batidos en una terraza de verano:

- Ella: Quiero casarme de blanco y por la iglesia.
- Él: Estupendo, ya conocerás a alguien que te dará el capricho.
- Ella: Me refería a ti.
- Él: Vamos ni de coña, yo casarme, no me hagas reír y por la iglesia, si me negué hasta a hacer la comunión.
- Ella: Cómo eres (Ya veremos)
- Él: (¿A qué hora será mañana el amistoso del Atleti?)
- Ella: (Tiene cara de estárselo pensando, se lo tengo que contar a mis amigas)

Alcorcón, tres años antes del día D, la misma pareja, una vivienda a medio amueblar:

- Ella: Como ya paso más tiempo aquí que en mi casa, voy a traerme el resto de la ropa y me mudo a vivir contigo.
- Él: Vale, como quieras (¡cielos!, tiene más ropa, pero, ¿no vivía aquí ya?)
- Ella: Es que como te acostumbres a vivir solo después no voy a poder contigo.
- Él: No seas exagerada (si no me ha dejado solo ni un día…)
- Ella: Yo nunca exagero, los hombres sois así, en cuanto os dejan solos os volvéis unos salvajes, mejor que esté por aquí.

Carretera de Burgos, un año antes del día D, lunes, seis de la mañana, él conduce solo por un punto kilometro indeterminado en la provincia de Segovia:

- (Brrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr (sonido de la banda del arcén de la carretera)) ¡Mierda qué es esto!, ¡me he quedado dormido!, cualquier día me mato, no puedo seguir así, ¡qué asco de empresa patera!, además ni una miserable pensión voy a dejar a E, creo que deberíamos casarnos, sí, está decidido, nos casamos.

Burgos, esa misma mañana, él llama por el móvil:

- Ella: ¿Has llegado ya?, ¿estás bien?
- Él: Sí. He decidido que nos casamos.
- Ella: ¿Sí?, ¿y eso?, ¡qué ilusión!
- Él: Porque te quiero mucho y no quiero que te veas perjudicada por nuestra relación basada en la mutua confianza a espaldas de las instituciones del estado.
- Ella: Fenomenal, pero yo quiero casarme de blanco y por la iglesia.
- Él: No tientes tanto tu suerte, yo había pensado ir un día al juzgado en vaqueros y tomar luego unas cervezas.
- Ella: Eres un cutre y un cafre, mi amiga E se va a casar por la iglesia, de blanco y con 300 invitados, nuestra boda va a ser una mierda.
- Él: Cásate entonces con el novio de tu amiga E.
- Ella: Mejor me iría que contigo que no tienes sensibilidad.

(Suena el graznido del cliente a espaldas de él “tú, si sigues hablando por el móvil no vamos a acabar la obra en la puta vida”, el se da la vuelta, no dice nada aunque un pensamiento cruza su mente “qué te folle un pez hijo de la gran puta”)

- Ella: ¿Sigues ahí?
- Él: Si, tengo que dejarte, me reclaman mis carceleros.
- Ella: Vale, cuídate, ya hablamos de esto cuando vuelvas.

Alcorcón, viernes de esa misma semana:

- Ella: ¿Sigue en pie lo de la boda?, ya debió ser gordo el susto del coche para que tú digas de casarte.
- Él: Por supuesto, pero de iglesia nada y de multitudes menos.
- Ella: Vale de iglesia nada, pero tú iras de traje y yo de blanco.
- Él: Eso va a costarnos una pasta, sabes que soy un antisocial, quiero algo íntimo.
- Ella: Ya he hablado con tus padres y estamos de acuerdo. Dice tu padre que como no te compres un traje para la boda te va a dar hostias hasta en el cielo de la boca.
- Él: (Ha hablado ya con mis padres, ¡la madre que la parió!) Bueno, me compro un traje pero que sea algo íntimo.
- Ella: Sí, además ya me he probado un traje monísimo que solo cuesta XXXX €.
- Él: (¡Ya tiene hasta el traje!, cómo me empiezo a arrepentir de mi momento de debilidad) Perdona, ¿no vas un poco deprisa?
- Ella: ¡Pero si ha sido todo idea tuya!, encima que te apoyo y voy arreglando temas, por cierto tenemos cita dentro de un mes para ir preparando los papeles y elegir fecha para la boda.
- Él: (Claro, es idea mía, cómo puedo ser tan pardillo, bueno a lo hecho pecho) Allí estaré, pediré permiso a mis carceleros ese día.
- Ella: Dilo ya, que capaz eres de que se te olvide (me caso, me caso, me caso…)

Y fuimos al juzgado, mi madre y mi abuela dieron fe de que íbamos allí por propia voluntad (existen formalismos que me acojonan), y escogimos el día D, un 4 de marzo, como hoy, han pasado varios años pero ella sigue teniendo la primera y última frase de las conversaciones. (Continuará…)

miércoles, 3 de marzo de 2010

DLG



Si digo que la primera vez que vi a DLG me impresionó mentiría como un bellaco, es más, me pareció un poco el repelente niño Vicente, pero pronto me demostró lo contrario. Creo que no tardó ni una semana cuando con ardor guerrero se recorrió medio polígono de Azuqueca de nave en nave preguntando por unos enanos, que evidentemente no eran unos señores bajitos, los tenía bien puestos. Curiosamente el día que le conocí estábamos en Alcalá, cosas de la vida, él que es más alcalaíno que los Santos Niños y que ha conseguido que a todos los que nos consideramos amigos suyos nos guste Alcalá, porque es bonita pero también porque él es de allí.

Cuando nos conocimos éramos un par de pipiolos que tuvieron la mala suerte de caer en las garras del malvado JAN, algo que sin saberlo iba a comprometer nuestro futuro cercano y, aunque no lo podíamos imaginar entonces, también el lejano. Y así es como comenzaron nuestras penurias compartidas, los viajes a Valencia en el 205 que amenazaba ruina, los portes y mudanzas en furgonetas de alquiler, las broncas y amenazas de los clientes, esas cosas del inframundo que tanto unen a los que las comparten. Éramos jóvenes y tontos, nos dejábamos llevar por el entusiasmo del que hace algo que le gusta, aunque en los ratos que nos quedaban, en un hostal al que llamábamos “casa”, nos lamentábamos de que así no iba a haber forma ni de tener vida social ni de echarnos novia. Nos equivocábamos, al final hay tiempo para casi todo.

Como buenos titiriteros que éramos nos tocó peregrinar de obra en obra, de ciudad en ciudad y también de país en país. Siempre puteados y siempre con problemas, durmiendo mal y con el estómago a punto de decir basta, pero siempre cumpliendo y siempre sacándonos las castañas del fuego, reflexiva y recíprocamente. Y eso no quiere decir que nuestra convivencia laboral haya sido idílica, porque más de una vez poco nos debe haber faltado para terminar a tortazos, pero nunca llegó la sangre al río, al contrario, nuestra relación siempre ha salido reforzada. Porque DLG es una de esas personas que tienen sentido de la responsabilidad y yo estaba convencido de que nunca me dejaría con el culo al aire y no me he equivocado.

Esa rutina duró unos años, hasta que él no aguantó más y se largó. Yo me alegré infinitamente, porque se merecía algo mucho mejor de lo que tenía, pero me quedé huérfano y llorando por las esquinas. A él le sentó fenomenal, fue justo en esa época cuando conoció a su princesa, a la que tanto había buscado y a la que tanto sigue queriendo. Comenzaron sus años hidráulicos en los que dejó el listón bien alto porque él le pone pasión a todo lo que hace, puede parecer si no le conoces un poco trepa pero es un error de bulto, le gusta lo que hace y no se anda con remilgos, seguirle el ritmo es jodido pero por lo menos no te llena la cabeza de zarandajas y de política, lo que hay que hacer se hace, punto pelota.

Su aventura acuática después me vino muy bien a mí, cosas de la vida, porque cuando yo tampoco pude ya más en la empresa patera allí estaba él para lanzarme un cabo que tenía el otro extremo en Turquía, me agarré tan fuerte a ese cabo que me cambió la vida y yo, que soy un chico agradecido, no lo olvido. Recuerdo las palabras de nuestro nuevo jefe común: “con que seas la mitad de bueno de lo que dice DLG o con que seas la mitad de bueno que él a mi me basta”, ni me hizo la entrevista, por teléfono lo arreglamos todo. Y aún nos iríamos juntos una vez más con la música a otra parte para que el muy mamón pueda darse el gusto de tocarme las pelotas diciéndome que le persigo.

Porque él es así, un chinche y un tocapelotas, le encanta, no lo puede evitar, además pone una cara de niño travieso digna de su nombre, pero se le perdona porque con una sonrisa te desarma y sabes que en el fondo es buena persona y tiene buen corazón, en el sentido metafórico, porque a su corazón físico debería cuidarle más para ahorrarnos disgustos y preocupaciones. DLG es un buen amigo de sus amigos, le gusta rodearse de ellos y hacer mil planes, lo mismo te implica en un concurso de tortillas que en un viaje a la Patagonia, del que por supuesto traerá unas fotos perfectas que serán la envidia del personal.

DLG y yo tenemos muchas cosas en común, a los dos nos encanta lo que hacemos aunque muchas veces juremos en arameo, los dos somos unos rojos de mierda como alguien nos llamó una vez y los dos somos del Atleti aunque él no lo sepa y se crea merengue. No sé si podría decirle muchas de estas cosas a la cara sin que nos descojonáramos antes de la risa, pero para algo tengo un blog, DLG eres un tío estupendo, me alegro de haberte conocido, ¡feliz cumpleaños!

lunes, 1 de marzo de 2010

Ser pequeño


Yo, que tan grande soy, que a menudo siento que no tengo límites físicos, que pienso en mí como un conjunto de materia y mente imposible de contener en mi envoltorio de cartón piedra, que tiendo a ser un ente esférico y en expansión, como un gas perfecto. Yo, que a veces me he sentido invencible, hoy, sin embargo, me he sentido muy pequeño.

Hoy soy pequeño como el planeta del principito, pero no soy tierra fértil donde puedan crecer baobabs que acaben con mi mundo, hoy solo pueden crecer en mí ideas estériles, tristes y sin sentido. Ideas que tienen raíces profundas y podridas que van perforando dolorosamente mi cerebro y que se enroscan por él eliminando la alegría y habitando donde antes lo hacía el consuelo.

Hoy me siento más pequeño que la cabeza de un alfiler en las manos de un sastre diminuto que hace un traje para un señor microscópico que vive en un átomo de helio. Hoy me siento una hoja que zarandea el viento de otoño, inservible, molesta, que no sabe dónde marchitará. Hoy soy una barca con la pintura desconchada a punto de zozobrar en un mar de olas gigantescas de desesperanza y desilusión provocadas por un maremoto de desprecio.

Hoy siento que nada merece la pena, que por mucho que me esfuerce seguiré fracasando, que por mucho que de lo mejor de mí siempre me voy a estrellar contra el muro de la incomprensión y el desengaño. Hoy no me siento querido y no me importa confesarlo, porque hoy soy vulnerable, he perdido mi coraza y mi corazón ha quedado al descubierto a merced de quien quiera darle patadas sin importarle si me hace daño o de qué siento.

Hoy he aprendido que las pequeñas cosas son importantes y que pueden desencadenar dentro de mí una reacción en cadena capaz de desintegrar mi razón y muchos de mis buenos recuerdos. Hoy he comprendido que la medida de la infelicidad habita dentro de nosotros mismos y que cada cual tiene derecho a dosificar su llanto. Hoy me he sentido como un gigante con pies de barro abatido, indefenso y abandonado.

Hoy no soy yo, hoy no quiero ser nada, hoy solo quiero apagar la luz y despertar mañana.