jueves, 21 de marzo de 2013

Vini, vidi, vinci


Creo que nunca he contado de dónde sale mi fascinación por los romanos. Hoy es el día.

Siempre he tenido un interés casi malsano por las palabras: dice mi madre que antes de saber leer ya preguntaba una y otra vez qué significaban las palabras que escuchaba por primera vez. Cuando empecé a leer fue mucho peor: leía con un Sopena de esos para colegiales, porque si no entendía alguna palabra no seguía.

Por eso tenía muchas ganas de dar latín, porque pensaba que respondería a todas mis preguntas sobre el lenguaje. Leía en el diccionario eso de del latín nosequé, y enloquecía buscando otras palabras con la misma raíz, me preguntaba por qué significaban otras cosas, me asombraba de las inquietantes vicisitudes por las que había pasado cualquier palabro hasta llegar a significar algo cognoscible.

Empecé segundo de BUP con mucha ilusión. Latín. Iba a aprender latín. Iba a aprenderlo TODO.

Cuánta ingenuidad.

En seguida me di cuenta de que no. Tenía un profesor que entonces me pareció espantoso y pensé que dejar de prestar atención era el mejor castigo para él, que se lo merecía todo. Adolescentes. Puaj.

Suspendí latín. Y mi páter me puso un ultimátum: si no apruebas en septiembre busca un buen hobby para hacer en casa porque no vas a salir hasta que cumplas taitantum. Así que cogí el libro de latín y lo dejé sobre la mesilla de noche. Santiago Segura Munguía. LATÍN. Y allí se quedó.



Creo que aquel libro de textum estaba embrujado o algo porque, curiosamente, a medida que mi interés por abrirlo decrecía, aumentaban sin medida mis ganas por saberlo todo sobre el populus romanus. Lo miraba de reojo mientras leía el "Yo, Claudio" y "Claudio, el dios y su esposa Mesalina", de Robert Graves. Me acordé de él cuando vi "Calígula", de Tinto Brass. Pensaba en la gramática cuando descubrí qué significaba el SPQR de los estandartes de Astérix y Obélix, o el INRI de Inriquito, el RIP de las lápidas, o  por qué a San José se le llama Pepe. Empecé a leer biografías autorizadas de los prohombres romanos: Julio César, Nerón, Tiberio, Augusto, Espartaco, Trajano... y por todas partes aparecían esas frases tan famosas QUE YO NO SABÍA EXACTAMENTE QUÉ DECÍAN. Joder, tuve que aprender a declinar. Y sintaxis. Y me aprendí de memoriam el libro primero de Bello Gallico:
Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur. Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. (...)
De repente todo empezaba a tener sentido. Aquellas palabras bailaban adelante y atrás y construían mensajes de grandes hombres que vivieron y conquistaron el orbe tantos siglos atrás y que yo podía entender. Me fascinaban. Me fascinan, hasta hoy.

Saqué un sobresaliente.

Acabáramus.

lunes, 18 de marzo de 2013

Quemar la noche

Portada de Quemar la noche


Este mes, los amigos del Club de Lectura 2.0, han seleccionado “Quemar la noche” de Liz Murray como libro del mes. Es la historia real de su protagonista, una chica nacida en 1980 en Nueva York, hija de padres drogadictos, que crece acostumbrada a ver a sus padres metiéndose una dosis, a no tener que comer, a vivir rodeada por la inmundicia, a todos los niveles. Ese ambiente de marginación y desamparo le llevan al absentismo escolar que, a su vez, le lleva a pasar por una institución social de la que sale para irse a vivir como vagabunda con 14 o 15 años. Vive, o mejor dicho malvive, haciendo pequeños trabajos ilegales, robando y mendigando, a pesar de lo cual consigue el apoyo de un pequeño círculo de amigos que le ayudan como pueden. El punto de inflexión llega cuando al ver morir a su madre víctima del SIDA decide retomar sus estudios de forma tan brillante que, a pesar de vivir en la calle, termina siendo admitida en Harvard.

Ese es el resumen de la historia, dura, muy dura. Como esto es un club de lectura, la primera reflexión que creo que debo hacer es que no todo lo que se nos presenta en forma de libro es literatura. Quemar la noche no lo es, es una crónica de sucesos desafortunados con final inverosímil y feliz. No es un libro que esté bien escrito, ni siquiera está bien estructurado, los personajes deben ser tan vividos por su escritora y protagonista que no se ha molestado en desarrollarlos, cuando ese hubiera sido el verdadero interés de la historia, conocer bien qué hizo que las cosas llegasen a ese extremo, qué les llevo a no hacer nada por ellos mismos y qué alternativas tuvieron, si es que las tuvieron, en lugar de presentarnos los hechos como ya consumados e inevitables. Dicho esto, no puedo más que respetar y admirar a Liz y a su hermana que consiguieron salir del más profundo de los pozos movidas sólo por la voluntad de hacerlo, de romper la inercia que las arrastraba al abismo.

Como el libro no da para mucho más, me voy a permitir adornar un poco el post hablando de lo atraído que me siento por unos años tan oscuros y en general tan miserables como los que van de los setenta a los primeros ochenta. Son parte de mis primeros recuerdos, en mi Alcorcón adoptivo, años en los que los bloques de edificios horribles crecían en los suburbios, años de padres en paro, años en los que nadie por aquí tenía un duro, años de pasarlas moradas. Y nosotros teníamos suerte, porque recuerdo perfectamente los grupos de yonkis sucios y con los dientes podridos, que se pinchaban junto a las vías del tren y que de vez en cuando nos quitaban nuestro reloj Casio y nuestra paga. Yo he visto con mis ojos esa droga envuelta en papel de aluminio de la que habla el libro, casualmente el mismo envoltorio al que el protagonista de mi maravilloso anterior post (porque lo es), Rodríguez, llamaba barco mágico plateado, en la canción Sugar Man.

Silver magic ships you carry

Jumpers, coke, Sweet Mary Jane

Y así, porque yo lo valgo, desde mi San José de Valderas puedo saltar perfectamente al Nueva York de aquellos años, pero claro, ya a través del cine. Los problemas a un lado y al otro del Atlántico no parecían muy distintos, marginación, exclusión social, pobreza, paro. Los padres de Liz podrían haber sido los padres de mucha gente que he conocido, porque la línea que lleva a la marginalidad no está tan bien marcada y definida como a primera vista podría parecer. “Quemar la noche” me ha transportado a la Nueva York de Scorsese en su fabulosa “Malas Calles” (Mean Streets) o la más fabulosa todavía “Taxi Driver”, sin olvidar a la posterior pero ambientada en aquellos años “Atrapado por su pasado” (Carlito's Way) de Brian de Palma. He visto perfectamente esa ciudad dibujada en grises, en la que tipos duros vistiendo trajes oscuros recorrían las calles en coches destartalados, sembrando una lluvia de nieve que terminaría por arruinar su vida y la de muchos otros, más débiles. Curiosamente, en el anterior libro del club, “Un matrimonio feliz”, ya nos hablaban de la decadencia de Nueva York en los setenta pero desde la perspectiva de la gente más o menos acomodada de Manhattan.

También me parece interesante, y de mucha actualidad, ligar aquellos años a los que nos están tocando vivir o, mejor dicho, padecer. Me duele pensar que las circunstancias de las que habla el libro seguramente están mucho más cerca de lo que nos apetece admitir, y que, junto a nosotros, viven miles de personas en situación límite, personas que no tienen más alternativa que vivir de la caridad de los demás, que mendigan y buscan por los cubos de basura mientras que casi todos miramos a otro lado y por las que no hacemos nada esperando que nunca nos llegue el turno de ser como ellos. Yo ya las veo. Personas que seguramente piensan esto que es lo único que voy a citar del libro:

“¿Cómo era eso de que algunas personas terminasen por poseer cosas tan insólitas como una cuenta de ahorros, un coche, o una casa en propiedad? ¿Qué era exactamente lo que hacían para encontrar y mantener un empleo? ¿Y qué les inducía a seguir estudiando después de tener el título del instituto? ¿Por qué razón habrían de permanecer cuatro años más en el sistema educativo? Para las personas de nuestro lado del muro hablar del futuro siempre era en relación con el futuro próximo, y nuestra preocupación más importante era la solución inmediata de las necesidades más imperiosas. Nosotros no poníamos las miras en algo tan ilusorio como los planes a largo plazo.”

Esa es la diferencia, pensar en el futuro, tener un futuro.

sábado, 16 de marzo de 2013

Se puede (homenaje a Rodríguez)

Esta tarde he visto el documental ganador del Oscar de este año “Searching for sugar man”, que nos cuenta la historia de Rodríguez, un cantante y compositor de principios de los 70 que publico un par de discos y que, injustamente, no tuvo éxito y cayó en el olvido ¿O no? Si no os apetece verlo, aunque os aconsejo con fervor que lo hagáis, al menos deberíais escuchar su música... y amarla.

Mientras que me he puesto sus discos en bucle he escrito estas pequeñas notas:

Se puede ser duro y ser frágil al mismo tiempo, se puede ser sensible cuando todo lo que conoces está rodeado por la injusticia y la miseria, se puede ser tierno cuando las cosas van mal y se puede mirar hacia delante cuando lo que dejas a tu espalda es el fracaso.

Cause I see my people trying to drown the sun
In weekends of whiskey sours
Cause how many times can you wake up in this comic book and plant flowers?

Se puede disparar a matar, con una simple guitarra, palabras que ponen boca arriba los sentimientos, se pueden decir cosas extremadamente complicadas de la forma más simple, se puede gritar en voz baja y se pueden llorar por dentro lágrimas invisibles hasta ahogarte sin que nadie se dé cuenta. Se puede seguir viviendo, acompasando la respiración veinte veces por minuto, cuando para muchos, tal vez para ti mismo, ya estás muerto.

And you claim you got something going
Something you call unique
But I've seen your self-pity showing
As the tears rolled down your cheeks

Se puede ocultar la desnudez tras el refugio de unas gafas de sol evitando que los demás vean cómo eres realmente por dentro, se puede vivir con la fantasía de que son un escudo protector que te permite ver sin ser visto, se puede creer que, de esa manera, tus sentimientos pueden ser expresados sin el temor de que te los adivinen a traición o antes de tiempo. Se puede ser tímido y tener mucho que decir, se puede vivir menos intensamente por fuera que por dentro.

Now you sit there thinking feeling insecure
The mocking court gesture (jester) claims there is no proven cure
Go back to your chamber, your eyes upon the wall
'Cos you got no one to listen, you got no one to call

Se puede cantar al amor desde el desamor, como si fueran una misma cosa, se puede cantar a la luz desde las tinieblas y se puede reír y llorar, sin saber los motivos, al mismo tiempo. Se puede hacer poesía sólo con intentarlo, de cualquier cosa, se puede elevar lo cotidiano a la categoría de arte si dentro de ti habitan los sentimientos. Se puede uno alimentar de la melancolía si sabe cómo hacerlo.

The generals hate holidays
Others shoot up to chase the sun blues away
Another store front church is open
Sea of neon lights, a boxer his shadow fights
Soldier tired and sailor broken
Winter's asleep at my window
Cold wind waits at my door
She asks me up to her place
But I won't be down anymore

Se puede ser fiel a uno mismo, se puede ser puro, se puede ser de una forma porque no se conciba otra forma de ser, porque no exista en nuestro corazón otra alternativa que nos parezca digna de ser vivida. Se pueden tener valores y sentimientos nobles aunque la ruleta premie al que va predicando lo contrario, se puede ser sencillo pero ser digno, se puede soñar con la igualdad desde la desigualdad, se puede pensar que cada uno de nosotros tiene el mismo valor aunque su alma se compre a distinto precio.

I've played every kind of gig there is to play now
I've played faggot bars, hooker bars, motorcycle funerals
In opera houses, concert halls, halfway houses.
Well I found that in all these places that I've played
all the people that I've played for are the same people
So if you'll listen, maybe you'll see someone you know in this song.

Se puede, claro que se puede.

jueves, 14 de marzo de 2013

Del orgullo bloguero

orgullo.
(Del cat. orgull).
  1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.
Nunca me he sentido muy orgulloso de mi mismo, eso es así, y me moriré con la sensación de no haber hecho nunca nada del otro mundo. A ver, no quiero decir que no haya cosas de las que me sienta orgulloso, que no hay tampoco que pecar de falsa modestia, pero sé que no pasaré a la historia por nada relevante. Hay una canción de Bénabar, un cantautor francés que me gusta mucho, sobre todo por lo irónico de sus letras (no ésta precisamente que es pura melancolía), que me recuerda mucho a lo que siento ahora:
 
Moi qui frôle les quarante ans
J'ai pas fait progresser la science
J' découvrirai pas de continent
Faut voir les choses en face

Al borde de los cuarenta ni he hecho progresar la ciencia ni descubriré un continente, las cosas como son. Os la enlazo al final del post.
 
Es algo que asumo, sobre todo en estos tiempos de vacas flacas emocionales que me van limando las aristas a palos, hasta hacerme blandito, ¡quién me ha visto y quién me ve! En estos tiempos en los que junto con mi pelo veo desaparecer buena parte de mi rabia juvenil, siento cosas que antes me parecían secundarias y una de las principales, y que además me llama mucho la atención, es la exaltación de la amistad, y donde escribo amistad quiero decir realmente del cariño. Si me hubierais conocido con veinte años, cuando era arisco como un gato, entenderíais mejor la importancia que tiene para mí ahora al tema.
 
Lo disfruto como un niño.
 
Mucha culpa de ello, la tiene alguna de la gente que pasa por aquí, y que espero que no haya sucumbido todavía a la tentación de dejar de leer este rollo repollo, gente que empezó haciéndose un huequito muy pequeño en mi vida y que ahora me resulta necesaria, que me hace la vida divertida y que, afortunadamente, me regala parte de su tiempo y me hace feliz con su compañía. Pero, y a eso es lo que iba en el post, es gente absolutamente brillante, por mucho que intenten aparentar cualquier otra cosa, en el mundo 2.0, por mucho que vayan de rubias, o de cualquier otro color, por la vida de los unos y los ceros.
 
Por eso, cuando veo que sacan al mundo su lado más talentoso, y las leo por esos blogs del mundo escribiendo cosas realmente fantásticas, cambiando de registro y estilo con la facilidad que lo han hecho, noto como una ola de orgullo me recorre el cuerpo, y me gustaría tenerlas delante para comérmelas a besos y decir a todo el mundo sacando mucho pecho que son mis amigas. Y es que, claro, si volvemos al principio del post y hacemos caso de la definición de orgullo que nos proporciona el diccionario, y vamos a eso de la estimación propia, solo me cabe pensar que me siento orgulloso de lo que ellas hacen porque las considero ya algo mío, forman parte de mi vida 1.0.
 
Pero nunca hablaré de estas cosas con ellas, ni las haré un post bonito que las haga llorar, a no ser que sea de risa, porque ellas y yo sabemos que, en el fondo, estas cosas sentimentales son una pérdida de tiempo.
 

sábado, 9 de marzo de 2013

Estamos en Linkedin

 
Las redes sociales son molonas, muy molonas. Con ellas podemos dar rienda suelta a dos de nuestras más oscuras pasiones, el exhibicionismo y el voyeurismo, además de todas sus posibles combinaciones. A la gente, en general, nos flipa observar y ser observados, unos por el placer de despellejar, otros por pura perversión, muchos para alimentar nuestro exorbitante ego y desatar nuestra imaginación.
 
Por eso, unos señores y señoras, y donde digo señores y señoras quiero decir unos putos genios*, han desarrollado una red social profesional, ahí queda eso, un Facebook para las cosas del trabajo, como dicen campechanamente algunos de mis allegados. Y es un invento del carajo, justo lo que necesitábamos en estos momentos de incertidumbre y altas tasas de paro, un lugar de encuentro para que todos compartamos nuestra vasta** experiencia laboral y presumamos de títulos, másteres y demás méritos varios.
 
Y ahí estoy yo, en Linkedin, que es el nombre del chisme en cuestión, porque alguien que sabe mucho de estas cosas una vez me dijo que es es donde hay que estar si quieres ser un profesional (AKA currante) “en el mercado”***. Me he elaborado un perfil estupendo, que no os pienso pasar, y hasta me he puesto una foto en la que demuestro que yo currando para enriquecer a mis jefes lo doy todo. Me he apuntado a grupos que mantienen unos debates tan apasionantes como ver copular a dos erizos de mar, he seguido a empresas charcuteras que viven del negocio de la carne picada y, sobre todo, he conectado con amigos, compañeros y conocidos extendiendo mi red profesional.
 
Y he flipado. He flipado en colores. Casi he levitado.
 
No me extraña que en este país vayamos a la quiebra, aquí no curra nadie, la inmensa mayoría de mis contactos son, o pretenden ser, jefes de algo. Sólo entre mis contactos, y no son muchos, tenemos líderes, que es algo cojonudo ser líder y que te paguen por ello, managers, de todos los tipos y colores, suppot manager, commercial manager, technical manager, project manager, general manager, loquetesalgadelaspelotas manager. Creo que manager debe ser estadísticamente el empleo más demandado de este país. También existen los “head of” que se debe traducir como jefe, imagino, los gerentes, más de lo mismo, los superintendentes, los directores adjuntos (deputy director y no es un false friend), los directores y en la cumbre de la piramide el que va de CEO, aunque tal vez en su empresa trabajen él y un primo suyo que llegó a tercero de empresariales.
 
Un vistazo rápido de toda esta fauna da para unas buenas risas y para comprobar que puestos a mentir en el CV mejor que sea a lo grande. Muchos de los logros que he leído hacen que el milagro de los panes y los peces parezca cosa de un becario.
 
Ante tanto fuego de artificio, y tanto entusiasmo, casi da vergüenza escribir que tú solo sabes trabajar en algo concreto a cambio de dinero, así que existe una digna segunda división en la que nos refugiamos los coordinadores, los supervisores, los responsables y los especialistas. Porque ahora se llama coordinar y supervisar a lo que antes era trabajar, y todos podemos ser responsable de algo, si sirves cañas en un bar siempre podrías ser responsable de distribución final de bebidas derivadas de la fermentación de la malta que es mucho más jactancioso. Yo también he elegido ser responsable, porque mis padres me educaron para ser una persona responsable y a mucha honra.
 
Así me va.
 
Y hay mucho más, el que va de ingeniero senior y no sabe hacer la o con un canuto, te digo una cosita, senior serás por los años cabrón porque eres zoquete y morirás zoquete, aunque también está su antítesis, los que son ingenieros senior con treinta años y cinco de experiencia, vamos, lo que se ha llamado de toda la vida un puto trepa. Por si fuera poco, además está el tema del inglés, la gente se curra unos CV bilingües que flipas. Gente que aprendió la lengua de Chéspir como yo, escuchando a los Toreros Muertos, gente con la que has compartido reuniones con infieles y balbuceaban más que la duquesa de Alba repitiendo un trabalenguas, los que ponen su nombre en minúsculas y con faltas de ortografía pero después son executive manager. Olé sus huevos toreros.
 
Por supuesto también hay algunos que de verdad no tienen trabajo y ven Linkedin, pero hasta eso parece ser maravilloso y en lugar de un correcto “en proceso de búsqueda de empleo” se está “en búsqueda de nuevos retos profesionales”, algo que deduzco que no debe funcionar muy bien salvo que lo que vayas buscando sea ser portamochilas de Dora la Exploradora. Tampoco hace falta ir de sobrado y escribir que tu empresa actual es el INEM, que lo he visto, porque es de ser ya demasiado sobrado y asustas a los headhunters, que como Buffy o lo que es peor, como Esperanza Aguirre, cuchillo en mano van cazando talento, los pobres.
 
Pagaría dinero por ser uno de ellos.
 
* valore el lector la bondad del castellano en la formación del género de algunos plurales.

** me moría por utilizar vasto/a en un post.

*** y oye, a veces me llega algún correo ofreciéndome trabajo.

jueves, 7 de marzo de 2013

Un matrimonio feliz

Este mes, o el pasado, porque me he dormido un poco, en el Club de Lectura 2.0 nos han obsequiado con una lectura dolorosa pero hermosa al mismo tiempo “Un matrimonio feliz”. Como desde el principio se cuenta que Margaret, la protagonista de la historia, a su pesar, muere de un cáncer terminal, no hay forma de que destripe mucho la historia, aunque como siempre yo aviso, si sigues leyendo es por tu cuenta y riesgo.
La historia en sí no es nada del otro mundo, chico conoce a chica, se enamoran, se casan, tienen hijos, él la engaña, se arrepiente y se convence de que es la persona con la que quiere envejecer, hasta ahí nada especialmente extraño. Pero como la vida además de efímera es cruel, cuando ellos han sido capaces de reconducir su relación, cuando de verdad llegan a ser ese matrimonio feliz que nos anticipa el título, ella enferma de cáncer y muere. Ese es el punto en el que arranca la historia, en parte autobiográfica, en el momento en el que ella decide programar su muerte una vez que es consciente de que cualquier otra alternativa no le lleva más que a una dolorosa y absurda agonía.
El libro nos cuenta como Margaret, con la ayuda de Enrique, su marido, planifica, con precisión casi milimétrica, la despedida de sus familiares y amigos. Y mientras esto pasa, Enrique va relatando su historia común, una historia que comienza en el Nueva York de los setenta, cuando ambos son jóvenes y están llenos de proyectos de futuro que, de alguna manera, se ven truncados por los hijos, la rutina y la convivencia. Esos son los episodios que más me gustan, con mucha diferencia, cuando todo es futuro, descubrimiento y libertad. Después viene el desgaste de la relación que yo veo de forma asimétrica; mientras que Margaret nunca llega a perder ese impulso inicial, él sí que se va dejando domar, como un zapato al que Margaret y las circunstancias van amoldando a su horma.
Eso le lleva a pasar de una sensación de inferioridad y de perplejidad, por el hecho de que ella se sienta atraída por él, a un odio rebelde que tiene mucho de justificación de su propio fracaso personal y profesional. Al principio Margaret era una especie de diosa del amor:
“Lo que lo tenía temblando era saber que cuando ya no tuviera nada más que decir, tendría que pasar a hacer el amor. Y no solo el amor. Tendría que saciar sexualmente a esa criatura, que le parecía más hermosa e inteligente a cada minuto que pasaba, quizá una hembra humana, pero de una categoría tan superior que una mutación de la especie tan soberbia como esa debía de pertenecer a otra clasificación.”
Pero, sorprendentemente dada la pasión inicial, el matrimonio la convierte en esto:
“Él era la víctima y ella, la asesina, y Enrique era lo bastante joven como para creer que esa distinción poseía una trascendencia moral.”
“¿Había otro escape del campo de concentración del matrimonio que no fuera permanecer soltero?”
“Margaret era egoísta de la única manera eficaz en que la gente puede ser egoísta, totalmente convencida de que su manera de vivir es la mejor y obrando en consecuencia.”
Y hay que ser valiente para admitirlo y para confesarlo, porque no es fácil. Desde mi punto de vista supone admitir nuestra imperfección, nuestra inmadurez, nuestra falta de perspectiva, nuestra confusión de lo que es amor y no, de lo fácil que es llamar con nombres falsos al amor, al cariño y al deseo:
“Todo lo que comprendía en ese momento, mientras ella lo acariciaba y resonaba en su cabeza la extraña confesión de que a ella le gustaba, pero no lo amaba, era que esa distinción significaba algo para ella. No obstante, para él no tenía ningún sentido, pasar de que Margaret le gustara a amarla había sido un proceso sin transición alguna.”
Y claro que no había transición, porque no había amor, simplemente había deslumbramiento, aunque, afortunadamente, muchas veces no es algo irreversible porque los caminos del amor son como los del Señor, inescrutables; yo creo que hay gente que es capaz de andarlos simplemente por puro convencimiento hasta llegar a un destino que parece de verdad por mucho que en realidad sea como los decorados de cartón piedra. Ellos llegaron.
Es un lugar cómodo, y hasta puedes pensar que puedes habitar allí para siempre, pero no, ¿y entonces qué? He pensado mucho en ello desde que leí el libro y no quiero estar nunca en el pellejo de Enrique, no quiero pasar por esto:
“Hiciera lo que hiciera, se sentía culpable y avergonzado. Ella iba a morir y él no; en la guerra no declarada del matrimonio, era una victoria atroz.”
“La vida después de esas últimas dos semanas de existencia de Margaret no tenía forma ni sonido.”
Y yo no quiero vivir en un mundo que no tenga forma ni sonido. Es el sentimiento más duro al que me enfrenta el libro. Al de la pérdida.
'Un matrimonio feliz' es un libro que te deja lleno de preguntas existenciales: ¿Por qué amamos? ¿Por qué nos sacrificamos? ¿Qué nos lleva a sufrir hasta el límite cuando sabemos que el límite es la propia vida? ¿Por qué no nos rendimos si al fin y al cabo todo tiene que terminar y nada tiene un sentido objetivo?
Yo sólo encuentro una respuesta, tonta pero que me resuelve la papeleta, por puro idealismo, por simple justicia poética, por llenar de sentido al sinsentido, por estar contigo hasta el último segundo que pueda estar, simplemente porque existes y has elegido estar conmigo.
“Enrique estaba sin habla, consolado hasta lo más hondo al oír que estar con él y sus hijos era la alegría mas grande de la vida de Margaret. Si un desconocido le hubiera preguntado, en cualquier momento de su matrimonio, aquel día incluido, qué le había dado a Margaret como marido, jamás se le habría ocurrido mencionar el placer de su compañía. Imaginaba que tampoco era nada descabellado, pues Margaret había decidido pasar la vida con él, pero nunca se le había ocurrido.”
Es tan sencillo y tan complicado darse cuenta de que el simple hecho de haber elegido con quien estar, de aguantar con él o con ella las calmas y las tormentas, que vendrán, es la declaración de amor más profunda que existe, aunque sea una declaración sorda que se solo se alimenta de hechos cotidianos. Hechos por los que nunca morirá de amor ningún príncipe ni ninguna princesa de cuento.