domingo, 26 de enero de 2014

Doña Mema y Doña Fea



Hoy escribo para deciros que estoy preocupado por José Antonio ¿no le recordáis? Era el ángel custodio que hace un año nos escribió en términos muy corteses para informar a los jubilados de mi familia que les subía la pensión un magro uno por ciento. ¡Ay, José Antonio! Eran buenos tiempos y ahora me arrepiento de haber dudado de tus intenciones. Por favor, José Antonio, si me lees deja un pequeño mensaje, por nuestra tranquilidad, dinos que estás bien, cuéntanos a que dedicas ahora el tiempo libre.

Y me preocupo porque mi padre y mi abuela han vuelto a recibir la misma carta, pero él ya no la firma, ahora la firma una señora llamada María Eugenia Martín, a la que por abreviar a partir de ahora llamaré Doña Mema, para que vea que nosotros somos tanto o más efusivos que ella en la carta que nos dirige, y nos permitimos usar tan cariñoso apócope sabiendo que seguro no le molesta. Porque sí, ahora resulta que la Directora General de la Seguridad Social es Mema y no José Antonio, al que confieso que echaremos de menos.

Pero entendemos su cese, era un derrochador que iba subiendo las pensiones a los viejos a lo loco, usando los antiguos métodos que permitían hacer subidas con parte entera y parte decimal, cuando lo que se lleva ahora son las nuevas fórmulas de revalorización que garantizarán que nuestros mayores no vean congeladas sus pensiones aún a riesgo de ver congeladas sus casas. Pero nosotros no dudamos de que es por su bien, para que puedan recordar sus tiempos mozos en los que las pasaban canutas, que las comodidades ablandan el espíritu y que es mejor para el cerebro echar cuentas de cómo llegar a fin de mes descontando lo que ahora tienen que pagar además por los medicamentos.

Veo que Doña Mema (la Mema en Catalá) era directora de empleo de la comunidad de Madrid, eso es lo que yo llamo tener unas magníficas referencias para su nuevo cargo, sin contar que antes había sido senadora y diputada, lo que se dice una mujer de nuestros días, conocedora sin duda de la opípara realidad de mi padre y de mi abuela. Se nota al leer su carta, aunque ha utilizado exactamente las mismas palabras que su predecesor, algo que un malintencionado se lo afearía con un “eso se lo dice usted a cualquiera”; pero a ella se le nota que lo hace en nombre del bien universal. Por eso le complace informar a mis mayores que les va a subir un cero coma veinticinco por ciento la pensión, además le es grato comunicarles la nueva cuantía a percibir y ya puesta aprovecha para ofrecerles los servicios de su Instituto, el INSS.

Y si os creéis que tan grata noticia la podía dar cualquiera estáis errando, porque sólo puede ser Mema la que envíe una carta en esos términos, porque la cosa no se queda ahí, que va, ella es tan escrupulosa en su tarea que a mi abuela sólo le va a subir ese potosí en la mitad de su pensión, porque los otros trescientos eurazos son un complemento a mínimos. Y hace falta ser Mema para saber que a los mayores hay que darles lo mínimo, que luego engordan y eso es muy malo. Total, que a mi abuela es como si le hubiese tocado la lotería a sus 84 años, y si no me creéis ya veréis lo contentos que se ponen los del banco donde domicilia la pensión cuando vean que, ahora, disponen de 23.465 millones de euros pagados por todos más ochenta y dos céntimos que son lo que le sube a mi abuela el gobierno.

Pero Doña Mema no es la única que nos ha escrito, qué va, este año lo ha hecho además la Sra. Ministra de Trabajo y jefa suprema de la(s) SS, Fátima Báñez García (a la que llamaremos Doña Fea con afecto), actuando como telonera epistolar y compartiendo el mismo sobre que Doña Mema. Porque son épocas de recortes y podemos permitir que tiren el dinero tan espléndidamente con nuestros mayores, pero jamás se lo perdonaríamos a Doña Fea y a Doña Mema si se lo gastan al buen tuntún en sobres y cartas. Sólo les ha faltado incluir en las cartas una estampita de la Virgen del Rocío, para que rezándole lleguen a comprender que la dichosa fórmula de marras es mano de santo, aunque tal vez no hubiera funcionado porque mi abuela cree más en la Virgen del Carmen y mi padre nos ha salido un poco ateo.

martes, 21 de enero de 2014

Enjoy the silence

El viernes pasado fue un día muy extraño, un día que llevaba muchos días marcado en el calendario como especial desde hace muchos meses. Teníamos entradas para ver el concierto de Depeche Mode, compradas en Julio, como parte del regalo de 40 años de E, porque ella es muy fan de Martin Gore y sus chicos. E se lo merece todo, especialmente este año en el que ha perdido a su hermano.

Iba a ser un día perfecto, pero el destino es muy caprichoso y hace que cosas que no tienen mucha relación sucedan a la vez. Quién me iba a mí a decir en Julio que, justo el 17 de enero, mis padres iban a firmar el acuerdo para su divorcio, algo que ha sucedido como parte de una pesadilla que nos ha llevado la ilusión por delante, solo nos queda enfrentarnos al vacío que queda tras 41 años que ahora no son nada.

Cualquiera se puede imaginar con qué ánimo fuimos al concierto y, sin embargo, es lo mejor que podíamos haber hecho. Todo el mundo sabe ya a estas alturas lo que para mí significa la música, lo importante que es, lo feliz que me hace. No puedo concebir un momento de mi vida sin asociarle una canción, un disco, un concierto... Y aunque Depeche no han sido nunca de mis favoritos, sí que están asociados a una persona que fue muy importante para E y para mí, como ex-novio y como ex-mejor amigo. Tal vez sin él ahora no estaríamos juntos.

Así que allá nos fuimos, temprano, tan temprano que terminamos en primera fila, y asistimos a un espectáculo MARAVILLOSO. Podría hablar de la sensualidad que transmite Dave Gahan, de lo emocionante que es escuchar como solista a Martin Gore, de lo bien que suena Depeche con una batería potente y una guitarra, pero eso, aún siendo increíble, no es lo más importante. Lo que quiero intentar contar es cómo una canción, durante cuatro eternos minutos, puede hacer que olvides todas tus penas.


Y es lo que sentí al escuchar y cantar el “Enjoy de silence” junto a ellos, una de mis canciones favoritas. Porque durante ese momento te abandonas y sientes que no eres material y que nada malo te puede pasar; notas como el tiempo se ha ralentizado para ti de forma que, por unos segundos, te crees inmortal, inundado por una alegría que te hace comprender que vivir tiene sentido, pensando que esa felicidad, aunque efímera, es importante, que no necesitas más, que estás cantando con todas tus fuerzas “All I ever wanted, all I ever needed, is here in my arms” y sabes que es de verdad.

viernes, 10 de enero de 2014

Mañana va a ser un gran día


Mañana es un gran día para todos los que tenemos el corazón teñido de rojiblanco, para todos los que somos soñadores e idealistas, para los que nos cuesta creer que todo en la vida se mide en dinero, para los que hemos elegido el camino más difícil siendo conscientes de que merecía la pena hacerlo, para los que somos pequeños pero valientes, para los que nunca perdemos el aliento, para los que vivimos permanentemente esperanzados.

Mañana no será un día como los demás y me levantaré contento. Será un día de mirar el reloj cada cuarto de hora y de echar cuentas del tiempo que queda para el inicio del partido, mañana será un día en el que encima de la ropa de abrigo luciremos orgullosos la camiseta colchonera y nos anudaremos las bufandas al cuello esperando el momento de cantar un gol y agitarlas al cielo de Madrid, fundiendo nuestro aliento cálido con el frío relente del Manzanares hasta caldearlo.

Mañana saldré temprano hacia el estadio, sabiendo que seré la envidia de muchos que se crucen conmigo y con los que, probablemente, compartiré unas palabras de ánimo. Mañana montaré en el metro ya nervioso, como si en lugar del metro fuese un vehículo que me lleva a un mundo mágico. Saldré de él y me mezclaré con la gente que como un río de montaña desemboca, entre risas y cánticos, en el campo.

Mañana me asomaré al césped y será como si fuese la primera vez, se me pondrá la carne de gallina al ver las gradas repletas de gente que en ese momento está sintiendo lo mismo que yo, y me uniré a ellos para cantar nuestro himno como si formase parte de un conjuro de hermanamiento que nos convierte en familia hasta que todo termine con el pitido del árbitro. Y me dejaré la voz animando a los muchachos del escudo de las siete estrellas que tantas alegrías nos están dando.

Mañana será un gran día para ser rebelde, para ser feliz, para disfrutar durante dos horas como sólo sabemos hacerlo nosotros, andando en el alambre que separa el éxito del fracaso, ese alambre del que tantas veces nos hemos caído y al que tantas veces nos hemos vuelto a subir sin admitir nunca que estábamos derrotados. Y es que así somos, inasequibles al desaliento, humildes pero orgullosos, conscientes de nuestra locura imposible de entender para quien no la ha experimentado.

Pero es que además mañana va a ser nuestro día, porque esta vez perder el partido no entra ni en el más remoto de nuestros cálculos, porque nada nos va a amedrentar por muy fiero que nos parezca el contrario, que lo es. Porque nos merecemos esa alegría después de haber atravesado el desierto y la vamos a tener. Porque ser del Atleti es una religión y el Calderón es un templo en lugar de un estadio. Y allí estaré, rezando súplicas paganas para que un balón entre en una portería de 7,32 metros de largo por 2,44,de alto.

martes, 7 de enero de 2014

Había una vez... un barquito chiquitito


Hace unos años me encargaron diseñar cómo llevar unos barquitos de papel de una piscina a otra. Aunque pueda parecer poca cosa no es fácil manejar los barquitos de papel, así que nos pasamos más de un año pensando en la mejor forma de hacerlo, siguiendo los criterios de los dueños del canal que une las dos piscinas, que por cierto son municipales. Ellos tampoco lo tenían que tener muy claro porque nos cambiaron los criterios de operación cerca de treinta veces, en una de ellas, casi terminando el plazo, redujeron a la mitad el número de compuertas, aunque luego rectificaron... para mí que no tenían muy claro si les iba a llegar el dinero. Ya se sabe, comenzaba la crisis y debían a pensar que les faltaría el crédito. Al final, debieron de pensar que de perdidos al río y compraron el paquete completo

De todo se sale, pensarían.

Fuimos tres grupos de amiguetes los que presentamos nuestras propuestas, nosotros y unos colegas americanos decidimos que nos consideraríamos bien pagados con cuatro millones y medio de piruletas, otros chavales del barrio (a partir de ahora OCDB), decidieron que si les daban poco más de tres millones de piruletas se tiraban a la piscina, los señores de los barquitos (a partir de ahora SDLB) que se pensaban gastar tres millones y medio estuvieron encantados.

Fue una decepción para todos, menos para los OCDB. Nadie se podía explicar cómo podrían conseguirlo, algunos llegaron a pensar que se habían olvidado de una de las piscinas. Además, los SDLB, que son gente muy seria, nos habían dicho que lo más importante era hacer las cosas bien, que por dinero no iba a ser, que en llevar barquitos de papel entre dos piscinas se jugaba el futuro de la humanidad y de su barrio. Para que quedasen las cosas claras, los SDLB dijeron que, además de costar menos piruletas, la propuesta de los OCDB era la más molona y que nadie sabía manejar mejor que ellos los barquitos de papel. Los chicos americanos no se lo podían creer, gritaban como poseídos que aquello no era posible, que ahí había tongo, que something smelled like toasted, o algo parecido.

Un lío.

Los chicos americanos llegaron incluso a llamar a sus padres para que los SDLB deshicieran el entuerto, pero ni por esas los SDLB se bajaron de la burra y con mucha pompa y boato ordenaron a los OCDB que comenzasen las obras del canal. La suerte estaba echada.

Pasó el tiempo y ya casi me había olvidado del tema, entretenido como estaba en crear la máquina de los terremotos, cuando unos sicarios de los OCDB me hicieron una propuesta que, afortunadamente, si pude rechazar. Querían saber cómo había pensado mover los barquitos, querían que me convirtiese en uno de ellos. Yo estaba patidifuso porque si los SDLB habían jurado por Snoopy y Winnie Pooh juntos que nadie lo hacía mejor que los OCDB ¿qué podía haber pasado?

Un misterio emergía ante mis ojos, alguien tal vez no había dicho toda la verdad, alguien podría haber tratado de ganar de cualquier manera sin haber contado bien todas las piruletas y los SDLB empezaban a no parecerme tan inmaculados como habían pretendido cuando fui a hacerle unas preguntillas y me colocaron delante una taquígrafa y un notario.

Ahora, los OCDB dicen que o les dan otro millón y medio de piruletas o que los barquitos de papel ya los pueden llevar los SDLB en brazos. Los muy cabritos ahora piden más piruletas que nosotros al principio, alegando que los SDLB les tienen manía y que una colonia de gatos se ha cagado en la arena con la que iban a hacen el canal que une las piscinas. Los SDLB dicen que esas cosas las deberían haber previsto, que a cualquiera se le caga un gato en la arena y que de más piruletas nada, que se les van a caer los dientes por golosos.

Algunos nos reímos maliciosamente de ver tanta justicia universal materializada en desdicha ajena, porque si esto fuese una película se debería llamar “Entre pillos anda el juego”.

Pero se nos ha congelado la sonrisa en la cara cuando nos hemos enterado de que los profesores de los OCDB, que también son los profesores nuestros y de muchos más niños de los alrededores, se habían comprometido con los SDLB a pagar de su bolsillo todas las piruletas que pudieran faltar, algo tan improbable, según ellos, como que Selena Gómez no encontrase en mi clase pareja para ir al baile de fin de curso. El problema es que ese bolsillo que tan ligeramente comprometen, lo hemos ido llenando de piruletas entre todos con muchísimo trabajo.


Son cosas de las bandas de chicos malos, que siempre acaban ganando, tal vez porque han amenazado con contar cosas malas de los profesores, tal vez porque les han regalado un equipo de música y una tele para su cuarto.

miércoles, 1 de enero de 2014

El cero y el infinito


Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído a propuesta de Carmen “El cero y el infinito”, una novela fantástica de Arthur Koestler publicada en 1940. Es tan fantástica que puede haber conseguido lo inimaginable, que todos los miembros del club nos pongamos de acuerdo, parece que para bien. Si no os lo creéis corred a leer reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo; después elevad vuestras manos al cielo y gritad a pleno pulmón !milagro!

Con esto podría terminar la reseña y habría cumplido, y es que es un alivio escribir sabiendo que no vas a tener que batirte a capa y espada con alguien de más criterio (chicos os estoy mirando de reojo); porque hablar de “El cero y el infinito” es casi tan fácil como pescar en una pecera, es una apuesta más segura que jugarse cien euros a ver si Mila Kunis y Megan Fox son capaces de ligar en una clase de tercer curso de ingenieros aeronáuticos. Pero el deber es el deber, así que voy a decir cuatro cosas más para entrar en calor porque con la miga que tiene la novela donde hay que darlo todo este mes es en el blog del club. Allí nos veremos.

“El cero y el infinito”narra la historia de Rubashov, un dirigente del partido comunista soviético en los tiempos de la revolución caído en desgracia bajo el mandato de Stalin y llevado por ello a prisión. Realmente nunca se nombra por su nombre ni a Rusia, ni a la Unión Soviética ni al mismo Stalin, pero no cabe duda de que el libro nos habla de la purga sufrida en el partido comunista durante los años 30, una purga que culmino en los conocidos Juicios de Moscú, en los que muchos dirigentes del partido fueron expulsados, deportados e incluso ejecutados. No vamos a decir ahora en que grupo tenemos que incluir a Rubashov.

El libro se centra en dos cosas, en las propias reflexiones de Rubashov y en los preparativos del juicio, siendo parte de los mismos los interrogatorios marcados por la tortura psicológica que Rubashov recibe hasta forzar una confesión de culpabilidad basada en pruebas falsas y fabricadas. Todo esto enmarcado en una lucha a vida o muerte entre el individuo y la sociedad, como Koestler nos dice el mayor crimen de Rubashov “es poner la idea del hombre por encima de la idea de la humanidad”, porque de eso se trata, del dilema de buscar lo mejor de la humanidad aún a costa de hacer infelices a los individuos que la componen, llegando a la deshumanización más absoluta.

Un contexto en el que la vida humana no vale nada, un pensamiento único en el que el fin justifica los medios de manera que la disidencia se extirpa sin miramientos, un sistema en el que se dice “sustituir la dignidad por la razón” de manera errónea, un caldo de cultivo perfecto para que los seres más crueles y desprovistos de imaginación medren mientras que la inteligencia y el pensamiento libre son condenados a la marginalidad y la disidencia. Y en esa dicotomía Koestler trata de explicar cómo hombres de principios sólidos, tenaces y de fuerte personalidad, fueron capaces de aceptar ante un tribunal cargos que insultaban su inteligencia, que no la inteligencia de la masa informe.

Porque según el relato que hace Koestler, Rubashov parece aceptar su destino con la mansedumbre de un cordero que va al matadero, algo que en un hombre de su posición, capaz de jugar en otros tiempos con la vida ajena, me sorprende. Y es la única duda que me deja “El cero y el infinito”, la de saber si Rubashov acepta su papel en la trama reconociendo que forma parte de algo superior y más importante, lo cual me resulta difícil de aceptar, o si simplemente el Rubashov del final de la novela es un hombre torturado que ha perdido la voluntad.


Matices que iremos debatiendo a lo largo del mes en el blog del club de lectura, allí nos leemos.