martes, 1 de abril de 2014

Joyland


Este mes, en el Club de Lectura 2.0, hemos leído a propuesta de Bichejo Joyland, una novela de Stephen King. Es una pena que el erial laboral en el que vivo no me permita escribir una reseña a la altura de las circunstancias, porque a mi humilde entender se trata de un libro sencillo pero maravilloso, escrito con una sensibilidad que ha logrado en muchos momentos conmoverme. Y como ando más bien justo de tiempo voy a aprovechar para copiar la reseña del editor con la que coincido plenamente.

Verano de 1973. Carolina del Norte. Devin Jones entra a trabajar en Joyland, un singular parque de atracciones local. La leyenda de un terrible asesinato cometido en la Casa Embrujada del parque, la pérdida de su virginidad y unos meses plagados de misterio, aventura y grandes descubrimientos cambiarán su vida para siempre. «Joyland es un libro impresionante, bello, desgarrador. Tiene misterio, tiene atracciones, es una historia sobre madurar y hacerse mayor, y sobre aquellos que no pueden hacer ninguna de las dos cosas porque la muerte viene a por ellos antes de hora. Hasta los lectores más insensibles se emocionarán.»

Está claro que, sin llegar al nivel de entusiasmo que el editor de Jim Thompson muestra en la reseña de aquella novela de cuyo nombre no quiero acordarme, este señor es realmente optimista, porque Joyland parece no haber conmovido al ala dura de nuestro club, pero en el fondo tiene toda la razón del mundo y si no me la dais es que, como dice Bichejo, “estáis muertos por dentro”. Porque Joyland es sobre todo una historia de amor y de desamor, de jóvenes desorientados que no han encontrado todavía el sitio en la vida pero que lo buscan a toda costa, y a pesar de ello no es un libro triste, como mucho en ciertos episodios se vuelve intencionadamente melancólico.

Y digo intencionadamente porque junto a los episodios de melancolía se van intercalando escenas emocionantes y divertidas, que para eso la acción se desarrolla en un parque de atracciones y, como no, existe un misterio un poco de mentirijillas que se resuelve de la misma forma que se resuelve un capítulo de Scooby Doo, de una manera lógica y sin dar mucho miedo. Porque las consecuencias que la historia deja en sus protagonistas poco tienen que ver con su experiencia paranormal, sino con su experiencia vital, con el paso de la juventud a la madurez y con el hecho de que a partir de ese momento se sienten dueños de sus destinos. Y aunque he subrayado mucho no encuentro un párrafo que resuma mejor el espíritu del libro que su comienzo, en el que queda claro lo delgada que es la línea que separa la felicidad y la desdicha.

Tenía coche, pero en aquel otoño de 1973 casi todos los días iba paseando hasta Joyland desde la Pensión Beachside de la señora Shoplaw en la ciudad de Heaven’s Bay. Parecía lo más adecuado. La única opción, en realidad. A principios de septiembre la playa de Heaven estaba prácticamente desierta, lo cual encajaba con mi estado de ánimo. Puedo afirmar, aun cuarenta años después, que aquel otoño fue el más hermoso de mi vida. Aunque jamás me he sentido más desdichado que entonces; eso también lo aseguro. La gente cree que el primer amor es dulce, y más aún cuando esa primera relación se rompe. Habrás escuchado mil canciones de música pop y country que así lo demuestran; canciones sobre algún tonto al que han partido el corazón. Sin embargo, ese primer corazón roto es siempre el que más duele, el que más tarda en curarse, el que deja la cicatriz más visible. ¿Qué tiene eso de dulce?”

Como siempre, encontraréis en sus blogs las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Livia y Bichejo en la que podréis comprobar una vez más que somos un club muy unido, pero sobre todo en aquello que no tiene que ver con los libros que leemos. Creo que con el tiempo derivaremos en una sociedad gastronómica o en un club de karaoke. Admitimos apuestas.