miércoles, 1 de abril de 2015

El tiempo de los regalos



Este mes, los esforzados miembros del Club de Lectura 2.0, hemos peregrinado durante el mes de marzo leyendo “El tiempo de los regalos”, de Patrick Leigh Fermor, a propuesta de ND, por segundo mes consecutivo. Un libro que los que entienden de estas cosas catalogan como uno de los clásicos de la narrativa de viajes, y sí, efectivamente, después de pasar muchas horas de este mes, pero muchas, recorriendo media Europa a través de sus páginas, puedo dar fe de que es así, es un libro de los que en este club catalogamos “de señores que caminan”.

¿Qué significa esto? Pues que a ND le va a encantar, que Paula y Bichejo van a quejarse más que un rabino en el muro de las lamentaciones y que Carmen va a aburrirse más que viendo un partido amistoso de los suplentes de la selección contra la República Checa. ¿Y yo? Pues depende, en general me gustará, pero de diez minutos en diez minutos, tras los que o bien cambiaré de lectura o bien decidiré si reposo en la almohada la oreja izquierda o la derecha. Y es que esta vez, desgraciadamente, la cosa ha sido así, una lucha titánica por seguir leyendo cada día un poco más, y no porque el libro no me haya gustado, al contrario, me ha dejado una sensación buena, justo la misma que cuando acabas entre calambres y medio deshidratado la carrera popular de tu pueblo.

Afortunadamente, el bueno de Patrick, que también le tuvo que poner empeño en escribir el libro, fue publicando sus viajes en varios libros, y, más afortunadamente todavía, ND sólo nos pidió leer el primero, por lo que sus andanzas han quedado del todo inconclusas y no sé si algún día le daré otra oportunidad, posiblemente la respuesta será sí, porque aunque el protagonista y autor pueda parecer por momentos algo soso y mojigato, no se tarda nada en tomarle cariño en sus andanzas.

RBA nos hace este resumen del libro: “A finales de 1933, a punto de cumplir diecinueve años, Paddy Leigh Fermor se cargó la mochila a la espalda y emprendió un viaje iniciático que le llevaría desde su Londres natal hasta Estambul, cruzando a pie el corazón de una Europa milenaria por la que entonces empezaba a extenderse la sombra del nazismo. El vital y despreocupado viaje significaría para el joven Leigh Fermor dar ese paso tan trascendental de la adolescencia a la edad adulta. Más de cuarenta años más tarde, con la participación activa en una guerra mundial y una vida a cuestas, el sexagenario Leigh Fermor quiso plasmar por escrito aquella experiencia única. Fruto de ese deseo son El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua, dos magníficos libros en los que plasma diferentes etapas de aquel itinerario repleto de bosques, paisajes, castillos, pueblecitos y una multitud de personas de la más diversa clase y condición. Teñidos de una leve pero inequívoca melancolía y narrados con la sabiduría que dan los años, El tiempo de los regalos y Entre los bosques y el agua son dos excepcionales joyas literarias únicas en su género. ”

En primer lugar, este señor me infunde un profundo respeto. Hay que ser alguien muy especial para con 19 años calzarse unas botas, meterse unas pocas libras en el bolsillo e irse caminando hasta Estambul. Creo que sólo por eso ya me tiene metido en su bolsillo, pero es todavía mucho más impresionante conocer las inquietudes de su vida, que nos va contando por el camino, y muchísimo más impresionante aún ver su nivel cultural, especialmente en el arte y en la literatura, a su edad y reconociendo que no había sido nunca un estudiante especialmente brillante. Al principio piensas que hay bastante de pose y bastante de realidad inventada, hasta que, terminando el libro, descubres algunos extractos sacados literalmente de su diario y ves que no hay trampa ni cartón en lo que cuenta.

Me ha resultado muy interesante la parte del libro que se centra en todo lo que tiene que ver exclusivamente con el viaje, de manera que no es difícil visualizar el camino, pero sobre todo me llega a emocionar la descripción de la gente con la que se va encontrando porque es capaz de describirla dentro de su contexto politico-social del periodo de entreguerras que me parece fascinante. Sin embargo, me ha hecho sufrir con las constantes descripciones infinitas y las frecuentes enumeraciones que no aportaban al conjunto tanto como el autor pudiera pensar, más bien provocan el efecto contrario; son fuente de desesperación e invitan al abandono en los brazos de Morfeo. Y haber abandonado este libro hubiera sido una lástima, porque es buena literatura y está escrito con un estilo claro e impecable, todo lo impecable que podríamos esperar de un caballero inglés con mucho mundo a sus espaldas.

Como siempre, encontraréis otras opiniones en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y Bichejo, seguro que me equivoco muy poco respecto a la previsión que hago en el segundo párrafo. Corred a comprobarlo.